18 de agosto de 2011

Mujer obesa, mórbida y mortal

Esta es otra noticia que, alejada a la sección periódica de vida, presenta a un individuo con una capacidad extraordinaria y un talento desorbitado para llevar a cabo su trabajo.
Es agosto –mes periodístico injustamente infravalorado-, y ayer el Barça se proclamó campeón de la Supercopa de España tras imponerse al Real Madrid en un partido no falto de bravatas ni de provocación. Hoy, Joseph Ratzinger ha llegado a España para presidir la Jornada Mundial de la Juventud católica, allí donde los mozos pecadores confiesan sus traiciones a la cruz. Chávez, presidente de la República Bolivariana de Venezuela, retira las reservas de Estados Unidos y de Europa y pretende nacionalizar el oro, tensando todavía más las relaciones con sus parches negros. La casa museo de Edgar Allan Poe, localizada en West Lexintong, Baltimore, se queda por segundo año consecutivo sin la subvención necesaria para mantenerse en funcionamiento. ¿Qué ocurrirá con la parada de peregrinación de tantos y tantos amantes del genio de la literatura americana? En esa casa se hallan las ilustraciones que Gustave Doré realizó para el poema de El Cuervo, y fue en ese escritorio, respirando el aire enfermo de su amada Virginia, donde escribió cuentos monumentales como Berenice o Mensaje encontrado en una botella.
Pero hoy no toca celebrar nada de esto. Josep Guardiola, con su elegante y tácita estrategia sobre el terreno de juego, no será el protagonista; ni Lionel Messi, con su salvaje talento para desenfrenar las pasiones; ni, incluso, Xosé Mourinho, provocador nato y mete dedos en los ojos. ¿Será, acaso, el Papa? Tampoco. Ni Edgar Allan Poe, más santo y Dios que cualquier católico de pacotilla. No, porque hoy, como decía, la noticia la encontramos alejada de los titulares.
Es uno de esos casos en que trazar un fiero paralelismo entre el individuo que se presenta y la tendencia perniciosa, viciosa e ignorante de la sociedad colectiva es un trabajo excesivamente fácil. Ella es estadounidense, se llama Sussane Eman y pesa 320 kilos. Entre carnes y pliegues dice que le gustaría saber si pesar una tonelada es humanamente posible. Asimismo, explica cómo dedica junto a sus hijos de diez y doce años a comprar en el supermercado durante ocho horas al día: “es como trabajar a jornada completa”. Su objetivo era Donna Simpson, otra mujer de Nueva Jersey, que pesa 315 kilos. Ahora quiere llegar a la abultada cifra de 360 kilos. Para ello, cuenta, ingerirá un total de 20.000 calorías diarias. Una bestialidad. Un donut, por ejemplo, grasiento, mórbido y putrescentemente comercial, posee una totalidad de 140 calorías. ¡Ella ingiere veinte mil diarias! Eso equivale a 170 donuts al día. Por si fuera poco, a este paradigma le parece muy saludable engordar, se siente mucho más sexy y dice atraer muchísimo más que antes a los hombres. Su enorme reto lo comenzó gracias a su natural tendencia a engordar. De un defecto, una virtud, debió de decirse.
Lo extraño es que Sussame Eman no se sienta un circo, -mejor-: el chimpancé craso de un circo de mirones y fanáticos. Por cada página del libro que no se lee, come un chuletón; por cada idea que no piensa, defeca una oronda hez; por cada movimiento que no realiza, se le hinchan las arterías cual globo de feria y de helio. Probablemente se siente feliz, y más ahora, noticia en todos los periódicos. Sin embargo, ella no es destacable. Es destacable su actitud, la de su entorno. Susanne Eman es el espejo en que se reflejan millones de personas: que abultan mucho, muchísimo, pero que en realidad y para siempre, son sombras vacías cuya máxima aspiración es explotar y ser olvidados.

1 comentario:

  1. es una pena ver tanta "falta de cultura" tanto alimenticia como deportiva.. una verdadera pena :(

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