3 de agosto de 2011

Con burqa y minifalda

El hiyab es un código de vestimenta femenina islámica: ellas deben cubrirse la mayor  parte del cuerpo. Para no generar confusión, es importantísimo distinguir y diferenciar los distintos tipos de velos o prendas de cubierta que existen. Burqa: cubre todo el cuerpo, cara incluida (procede de Afganistán). Nicáb: burqa (Golfo Pérsico). Abaya: puede o no cubrir el rostro, protege en el desierto (Península Arábica). Hiyab o velo islámico moderno: cubre la cabeza y parte del tronco (regiones musulmanas).
Este es un tema de extraordinaria y candente actualidad. En Francia, Italia, y Occidente en general se han vivido situaciones de extrema gravedad y de aguja fina a lo largo de la última década. ¿Pero qué es lo que ha ocurrido?
Históricamente el hiyab (código de vestimenta) no tiene nada que ver con el Islam. Todo lo contrario a la imaginaria que podemos prefijar, siglos atrás las mujeres árabes gozaban de una libertad superior a la del sexo masculino. El hiyab se dice que, por entonces, era una distinción de las mujeres de clase alta (limosneras, esclavas y prostitutas no lo llevaban); era signo de distinción y poder, probablemente heredado de los antiguos nómadas árabes que vagaban por el desierto con protección absoluta del cuerpo: ellos y ellas.
Con la llegada de El Corán podemos advertir un cambio considerable. En el libro sagrado del islam, que contiene la palabra de Dios revelada a Mahoma por el ángel Gabriel, aparece siete veces citada la retórica del hiyab. Lo hace como referencia al velo, es decir: a una tela –a una cortina- y no a una prenda de vestir. El más destacable es este:

Profeta: di a tus mujeres y a tus hijas y a las mujeres de los creyentes que se ciñan sus velos. Esa es la mejor manera de que sean reconocidas y no sean molestadas. Dios es indulgente, misericordioso.
                                                                                                                                                (Corán, 33, 59).

Este es el versículo que implica y relaciona con mayor dirección al cubrimiento y a la mujer. Y, sin embargo, no hay ninguno más. Con la fidelidad que profesaron la regiones que más fervorosamente creyeron en la palabra prometida de Mahoma, la situación del velo tomó una distinta singladura: ya no se trataba, pues, de un signo distintivo (per se malo), sino que tendió hacia el perverso significado del apartamiento de la mujer, de su exclusión en la vida social.
Modernidad. Fue en Afganistán, durante el mandato de Habibullah (1901-1919) cuando, para evitar que su harén (conjunto de concubinas y mujeres hermosas que le pertenecían) tentara al resto de los hombres, les impuso cubrir su belleza con la tela. Posteriormente, el mandato talibán oficializó la obligatoriedad de llevar burqa. Así nace. ¡Qué maldita paradoja! Durante ese mismo periodo, un poco más al oeste, Oriente Medio inicia su Nahda, su propio y rutilante Renacimiento. Revoluciones políticas, sociales, científicas, ¡culturales!, comienzan a replantearse el uso del hiyab. Tienden hacia Europa, ven en ella el futuro, con sus costumbres, sus grises ritos, la tecnología. Nacen movimientos panarabistas; se hastían del colonialismo; Qasim Amin publica La liberación de la mujer; a su frente, el feminismo. Refundan las bases sociales y religiosas y, paulatinamente, la mujer queda liberada del peso y prisión que eran la tela que la alejaba del mundo. Ahora intervienen y se hacen ver. Pero la democracia se debilita, intervienen los grupos islamistas y la Revolución Islámica triunfa en Irán en 1979. Aun así, el movimiento no anhela un retorno tradicional al antiguo canon del hiyab. Reclaman la modernidad, pero alejada de los valores Europeos. Por ello, el velo retoma fuerza, y son las jóvenes de las familias –principalmente las urbanas, universitarias- quienes comienzan a portarlo. Ya no son prendas tan pesadas, y ya no cubren todo el rostro. Son velos modernos, pero claramente atados a la tradición antigua del cubrimiento.
En Europa el conflicto surge cuando muchas de estas mujeres visten estas prendas en lugares públicos no islamistas. Tras una enorme plaga del terrorismo radical, el burqa es la tela que más desagrada a los europeos: ocultan rostros, facciones, expresión.
¿Es correcto que estas mujeres lleven burqa en Europa? Esta pregunta es errónea. ¿Es correcto que las mujeres lleven burqa en cualquier parte del mundo? Porque… ¿el burqa es unívoco? Es decir: ¿es una prenda libremente llevada; todas las mujeres que lo llevan, lo hacen por el mismo motivo?, ¿para qué sirve? Igualmente el velo, no tan impresionante, no tan demoledor, pero, ¿es una identidad?, ¿es acaso un valor?, ¿una tradición?, ¿o es como llevar corbata y pantalones tejanos? El hiyab es hoy ante todo un símbolo religioso. Y, por tanto, una desigualdad sexual, desfavorable en este caso para con la mujer.
Hace poco tiempo hubo revuelo en El Vaticano. A unas turistas no las dejaron entrar con falda por ser excesivamente corta y mostrar demasiada pierna. Probablemente fueran creyentes; llevarían la cruz dorada colgadita en el cuello. ¿Qué ocurriría, en cambio, si una mujer musulmana –no digo entrar en una mezquita- paseara por la calle con velo islámico, un sujetador push-up y un exiguo short que mostrara parte de su tanga? Esta es la evolución de otra religión –igual de perniciosa- de Abraham: el cristianismo. La oficial en muchos países de Europa; está ocurriendo aquí. Aquí y en El Vaticano.
Lo único seguro de darse el caso de una mujer con velo, musulmana, y semi-desnuda que paseara por la calle es que, si fuera en Barcelona, la Guardia Urbana le daría un aviso y, de no obedecer, la sancionarían con una multa. Trescientos euros.

1 comentario:

  1. Un molt bon exemple del calidoscopi mitjançant el qual, s'hauria d'analitzar la realitat actual! Si no intentessim veure sempre les coses sota el mateix prisma, potser les coses ens anirien una mica millor! Enhorabona!

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