30 de marzo de 2012

Excusez-moi, je t’aime, merci

  Esta mañana pasé por delante de la floristería que hay entre Balmes y Travessera de Gràcia. Eran las nueve de la mañana. Con el cambio horario el sol asomaba por vez primera por las esquinas oeste de la ciudad condal. El panorama era muy francés: rosas en unos grandes jarrones de barro, clementinas desordenadamente situadas en el borde de la calle, petunias, claveles, magnolias abiertas, blancas cual vestido de novia, pastoras, capuchinas y sobre todo crisantemos. El amaderado de la tienda invitaba directamente a coger un taburete de mimbre, ponerse un discreto sombrero, unas gafas al estilo Thomas Mann, y sentarse con un café con leche y un libro de Stefan Zweig o Marcel Proust, qué más da, a leer y tomar la fresca.
No es la primera vez que paso por allí. De hecho lo hago cada día. Pero hoy escribo sobre el tema por un objeto externo, normalmente desaparecido, que junto a la puerta principal me ha

27 de marzo de 2012

Crónica de un ignorante

Quim se levanta a las seis en punto; se mete en la ducha; se afeita cuidadosamente la cara; se viste la camisa muy bien planchada; contempla el otro lado de la ventana, el mar, las palmeras, el negror del cielo si llueve, el azul marino que tiende al despertar cuando aclara, mientras toma un café con leche y una magdalena y tararea una melodía pegadiza. Quim entra al dormitorio y despide a su mujer con un suave beso en los labios; besa también a Claudia, su hija, de siete años, en la mejilla, no en la boca; coge las llaves y se pone el abrigo. Quim sale a la calle y mira los coches, y mira las puertas, y mira las palomas… y todo es como si lo viera por primera vez. Quim camina humildemente, pausado, muy moderado, y bisbisea una fricción bilabial cuando un gato bebe de la fuente de la plaza del ayuntamiento y lo mira con cara culpable. A Quim le gusta ver cuan bajadas están las persianas de las ventanas, “la gente todavía duerme, es

23 de marzo de 2012

El pene y la flor cadáver

El Amorphophallus titanum es la flor más grande del mundo. Alcanza los tres metros y es originaria de Sumatra. Su inflorescencia en espádice, es decir, su colocación de las flores en forma de espiga, con eje carnoso, verticaliza la figura a modo de falo o pene, erecto, claro, amarillo y rosado y generalmente rasurado, cuyo tallo –el tallo del pene-, ancho y brotado del tubérculo superficial, puede medir hasta un metro de longitud. Cuando las flores empiezan a abrirse, el amarillo deja paso al rojo intenso y se descubre el largo glande –pedúnculo- de la flor. Crece a un ritmo de diez centímetros al día para culminar su amplitud en un diámetro de un metro y un peso de hasta cien kilogramos. A los tres días, muere. Pero no por ello recibe el sobrenombre de la flor cadáver, título que de buen seguro tomaría Burton para su nuevo rodaje, sino por su perfecta y principal característica: la hediondez, la fetidez, la terrible peste que

15 de marzo de 2012

El hombre en el alambre

Un bailarín en el cielo, la cuerda floja del arte o un crimen artístico. Existen varios títulos ciertamente sugerentes para abrir la página de la columna. Pero el hombre en el alambre, aliteración muy poco poética, o directamente Man on wire, documental galardonado con un BAFTA y un Oscar, que narra la terrible hazaña de Philippe Petit, aliteración más bella, es el título acertado.
El hecho se consumó un 7 del verano del 74, aunque la gestación del crimen se produjo años antes, en el 68, cuando su francés ejecutor, que entonces contaba con solo dieciocho años de edad, ojeaba una revista en la sala de espera de un dentista cualquiera pero igualmente francés. En aquella revista, el bueno de Petit encontró un artículo sobre una próxima mega-construcción que se finalizaría en Nueva York seis años después: el World Trade Center.

8 de marzo de 2012

Alicia

Deshiciste inenarrablemente el embozo de la cama y te inclinaste en forma sugerente, con el pelo reclinado en la palma de tu mano, la palma de tu mano irresistiblemente contigua a tu muñeca, cuyo peso entero se revolcaba en las sábanas de tu codo. Pues bien: de la bandeja tomaste el vaso de zumo de naranja, te serviste leche en la porcelana con café, mordisqueaste el croissant con curiosa metafísica, tu le connais ce monstre délicat, hypocrite lecteur, mon semblable, mon frère, qué mejor, pensaste, que una mañana de domingo, marzo: mes cruel, y alargaste un brazo diamantino, albo, oscuramente hacia un libro cualquiera, qué mejor, pensaste, que una mañana de domingo con Jane Eyre.
Hubo en simultánea armonía un estremecimiento y un retorcimiento. Mis flores solo serán mis flores, pensaste, si este sol de medio invierno sigue escindiendo la barandilla, tan llena de