No habría subido al Parnaso. Pero días atrás me encontré a Robert Poe
y Eduard Rosa en el Boulevard Blue. El Boulevard Blue es un café al
clásico estilo de comienzos del veinte.
Copio enlace a Tacón de Aguja: Balneario Parnaso
La columna
14 de febrero de 2013
24 de noviembre de 2012
Sobrevive en ella la tecnología
Quisiera saber imperfectamente por qué aquel hombre niega con tanta
rotundidad la petición del chaval. Es evidente que le está pidiendo algo. Por
la seda de su camisa y el garbo cenestésico con que gesticula el chaval bien
podría tratarse de una cuestión de dinero. Tal vez el hombre sea el padre y el
alquiler, demasiado alto. También existe la posibilidad de que el hombre sea el
suegro o, lo que es mejor, el futuro suegro del chaval. ¿Habrá aun sujetos que
declaren al prójimo varón su voluntad de casarse con las hijas? Parece
improbable, pero tampoco se debe descartar, que los veinticinco o veintisiete
años del chaval no hayan traspasado las conductas veniales del sexo. A juzgar
por la belleza del hombre –altivo, alto, de barba canosa, rudo en facciones
pero de sensibles expresiones-, la chica no puede ser virgen en ninguno de los
casos; la genética yerra en muy pocas ocasiones. Así, tampoco dudo de la
ejemplar disposición de la chica frente a las coces incesantes de sus pretendientes.
Pero si las felaciones propinadas han sido moralmente decididas, también las
bocas posadas en su Venus habrían sido infranqueablemente premeditadas. Desde
aquí se ve un brillo dorado en el gollete del hombre cuyo círculo, y esto es
solo una hipótesis, se cierra a la altura del esternón. Sigue siendo
hipotético, y por tanto probable, pero no ardería si digo que en el pliegue de
la cadenita cuelga una cruz presbiteriana. Tiene que ser presbiteriana y no
latina o de San Pedro satánica por las mejillas en exceso bermejas del hombre.
El cano de la barba, por ejemplo, es de tendencia desarrollable, es decir, que
antes ha sido de otro color. Esta evidencia se rompe con una irregularidad: por
su tonalidad la barba anterior no habría sido bajo ningún concepto negra, sino
pelirroja.
(Pongo aquí el enlace a la revista para que se pueda leer completamente: en ella se lee igual, se puede comentar igual y, además, visitáis la web: Sobrevive en ella la tecnología)
Marc V.
8 de noviembre de 2012
Internada al núcleo de la mañana
Internada al núcleo de la mañana
Relato breve publicado en el segundo número de Tacón de Aguja.
M. Verlén.
Relato breve publicado en el segundo número de Tacón de Aguja.
M. Verlén.
7 de noviembre de 2012
Revista Tacón de Aguja
Revista Tacón de Aguja
Artículos, relatos, poemas, microrrelatos... Versión digital de la revista literaria.
M.V.
Artículos, relatos, poemas, microrrelatos... Versión digital de la revista literaria.
M.V.
2 de noviembre de 2012
Teoría del arte moderno o la desaparición de la modelo
El pintor, encerrado en su dormitorio,
en la ventana ajustada el resquicio de luz, la mañana entera doblando en las
campanas de fuera, el mirlo muerto en el nido, el gris muerto en el cielo, la
cama desecha y sobre ella un cojín rojo, pensaba cómo plasmar la imagen de la
modelo con la perfección que solo sobrevive al tiempo. La pintaría desnuda,
blanca, brillante…, o en claroscuro y acuarela.
-¡Gregor,
la persiana!
Y la habitación quedó vacía porque se
hizo su luz.
17 de octubre de 2012
La boticaria del futuro (poema)
Un dedo tuyo si es blanco opera
en el vientre de la llaga fluorescente.
Una uña tuya metalúrgica hace de
mi búsqueda una esquina de una ciudad casi entera.
En la imagen pauso el adoquinado,
el gris, el prisma mineral, la pared,
la alcantarilla con la radio del televisor
de mi cerebro que busca –lo sé- una punta de sangre.
Tú, ¿no?, puta y médico, me indicas:
Tú, ¿no?, puta y médico, me indicas:
<<La punta esa está en una esquina de esta
ciudad casi entera>>. Y a mí, que se me cae
el sombrero, y el abrigo me parece una rata,
y que veo aleaciones casi inmensas
en los cielos grises siderales de un ojo excreto
que me dices es mi futura escapatoria,
como una forma de pensar, como una forma de morir,
se me estremece la parte interna
de cualquier pulmón –el que quieras-, y
me pongo en camino. En camino
para encontrar mi puntita de sangre.
para encontrar mi puntita de sangre.
La encuentro con la radio de mi cerebro.
La retengo. La manoseo. La pierdo.
Y entonces solo creo en lo que tú me dijiste:
Y entonces solo creo en lo que tú me dijiste:
<<Si la retienes, la pierdes. Así que usa el bisturí>>.
12 de octubre de 2012
Premio Nobel del séptimo arte
Introduzco soledad en el diccionario
de sinónimos y antónimos de El mundo. No soy lector de este periódico
centroderechista. Pero me gusta su web de diccionarios. Prefiero la de la Real
Academia. Pero para sinónimos está bien El mundo. Hay que andar con ojo porque
es un diccionario, por difícil que parezca, muy influenciado por la ideología.
No introduzcáis una palabra adjetiva con terminación femenina. No existen. No
tienen sinónimos. Será porque ellas no los tienen. Será porque en la lengua aun
prevalece la masculina; todo lo contrario que en las lenguas del porno.
22 de septiembre de 2012
Lolita o Julieta
(Artículo publicado en la revista literaria Tacón de Aguja el seis de septiembre de 2012: www.revistatacondeaguja.com)
El Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales, el DSM, un libro solo comparable a las Leyendas de Bécquer, es decir, a una basura, contiene entre todos sus apartados solo uno moderadamente rescatable; este es, claro, el de los trastornos sexuales y de la identidad sexual. También se detallan otros que, en fin, podrían resultarnos útiles, como los delirios, los tourette, los provocados por consumo excedente de sustancias, los psicóticos o los de demencia tipo Alzheimer, pero, reconozcámoslo, estos nunca son tan memorables como el sexo. Todos los psicólogos, y algún que otro escritor positivista que todavía hoy escribe literatura en algún periódico o revista absolutamente contraria a esta, sabréis qué es el DSM. Para el resto, este artículo.
7 de agosto de 2012
El fantasma de Bécquer
Cada vez que leo en algún periódico “científicos
de la universidad de _ descubren…”, pienso: he aquí otro de mis artículos. Y no
porque crea, aunque sea remotamente, que estos buenos científicos decanos, o
subvencionados, o ilustrísimos hayan encontrado la cura, el remedio o la santa
panacea de cualquier enfermedad que pueda tener el mínimo interés público, no.
Ni de broma. Pienso “he aquí una de mis columnas” porque sé –a ciencia cierta-
que a: o bien se tratará de una chorrada investigativa, un descabellado
experimento fruto del tedio o del hastío, o incluso del asco o por be: que lo
que voy a leer ha sido descubierto, ¿dónde acotar?, unas cuatro o cinco décadas
antes. El caso de la investigación que he leído hoy tiene un poco de ambos
componentes.
3 de agosto de 2012
De profundis
Apreciado David G. Santos:
Me veo obligado a confesarle que a
principios de semana, cuando llegó a mis oídos el posible pseudónimo con que va
a firmar su obra en la revista que su hermano tan bien ha sabido engendrar, y
en la que compartimos, mucho me temo, el honor de presidir la prosa, no me
sorprendí en absoluto. El Follaviejas.
No me sorprendí porque sé que es usted un personaje simpático, curioso, muy
interesante e incluso muy inteligente, pero, ante todo, un guarro. De hecho, es
usted tan guarro que termina siendo un sentimental.
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