21 de mayo de 2012

Houellebecq


Cuando la periodista extremeña Isabel Gemio invitó a Ricky Martin a su programa Sorpresa ¡Sorpresa! en 1998 nadie esperaba que una gracia preparada para una joven fan se convirtiera en el nacimiento de una de las más célebres leyendas urbanas del folclore hispano-moderno. Según he leído, el cantante puertorriqueño se habría escondido en el armario de la habitación de la joven –acto, por otro lado, muy sensiblemente identificado con el futuro- para sorprenderla inenarrablemente cuando esta se distrajera. Se sucedió un rato y justo cuando el cantante perpetró la salida triunfal, se encontró a la chica untada de mermelada y helado practicando juegos sexuales con su perro.
Entiendo que nunca nadie ha visto esas imágenes porque eso, desgracia, jamás sucedió. Pero hay gente que afirma haberlas visto, que no es mentira, que es tan cierto como que la raíz cuadrada de 89 es 9.43398… Y no lo dicen porque sean unos mentirosos compulsivos, no porque su infundiosa moralidad descristianizada los conduzca al eterno pecado de la farsa, no porque sean unos simples herejes de la palabra; lo afirman porque ellos realmente creen haberlas visto. Es el efecto del calado inconsciente que provocan las llamadas leyendas urbanas (friend of a friend tales).
¿Quién, por ejemplo, no ha oído nunca el nombre de Bloody Mary? Bloody Mary, aquí en España conocida como Verónica, era (también) una joven americana cuya belleza superaba los límites del entendimiento; y además ella lo sabía, es decir, guapa y creída. Su principal pasión era su pelo: largo y diamantino como nunca otro hubo en los Estados Unidos. La leyenda cuenta que una noche, no importa que fuera de invierno o estival, con que lloviese es suficiente, un hombre se había escondido en el armario de su habitación (y no era Ricky Martin) para asaltarla en plena noche, taparle la boca con un pañuelo y cortar su larga cabellera. Mary no soportó verse fea y prefirió suicidarse a esperar a que le creciese de nuevo. La leyenda urbana dice (es urbana porque es actual, es decir, vigente y sucesiva, que sucede) que si te peinas cien veces ante el espejo y dices Bloody Mary se te aparece la chica y te mata. Hay otra versión en que solo tienes que manipular unas tijeras para ser pasto del fantasma.
Normalmente, las leyendas que se mantienen vigentes poseen dos características ineludibles: una es la sensible relación que la estrechan con la muerte: Bloody, la chica de la curva, Walt Disney y su criogenización, las obras que yacen junto a Shakespeare (en caso que realmente haya existido) en su sepultura, o la supervivencia de Elvis, Cobain, Morrison, Hendrix o Jackson son solo unos ejemplos. También se dice que McCartney murió en un accidente de coche en el 66 y que desde entonces le sustituye un doble. Lo cierto es que la muerte es desconocida y causa tanto pudor como curiosidad. La muerte es un tema recurrente para la ingenuidad inconsciente del individuo, y por eso se juega tanto con ella en el lenguaje escrito; y por eso las leyendas urbanas surten el efecto inconsciente.
La otra característica ineludible de las leyendas es la sexual. Por ejemplo la de Catalina II de Rusia, que dicen que murió al se penetrada por un caballo. Pero aquí se unen los dos conceptos, la muerte y el sexo. Porque si la muerte causa pudor y curiosidad, el sexo causa una inmensa curiosidad y un superable pudor. Ayer, sin ir más lejos, publicaron en un blog la curiosa práctica de los Flushing playeros. Por el contenido de la entrada y sobre todo por la reacción de los lectores, se diría que la historia posee todos los componentes básicos de  leyenda urbana y, sin embargo, no lo es.
Los Flushing playeros son vídeos que graban varones, a veces en grupo de amigos, otras en solitario, mientras se masturban sobre la arena para terminar eyaculando sobre el cuerpo de alguna mujer que toma el sol tranquilamente ante el mar. La entrada del blog advertía al público femenino en particular que vigilasen si son de las que gustan de tomar el sol en un rinconcito de la playa, en el lugar más retirado posible, porque inmediatamente y sin quererlo se convierten en carne de cañón para estos perversos amantes del voyeur más primitivo del hardcore sexual. El viaje de estos vídeos es evidente: páginas pornográficas amateurs.
Este género pornográfico posee dos esencias: la exhibicionista y la violenta. Todos tenemos un ardor exhibicionista dentro, por eso son tan valoradas socialmente las felaciones secretas en las calles o las penetraciones indiscretas en las entradas de los parkings (y hablo de una relación estrictamente conyugal), pero probablemente a nadie le excite la partícula violenta de correrse encima de una desconocida, y menos al género femenino.
Casi pondría la mano al fuego que el 99% de las mujeres a quienes le interrogasen por esta práctica abogarían por un certero golpe testicular, o por una denuncia merecida, o por un directo corte de miembro a lo Bloody Mary. Sin embargo, ¿qué pensaría el género masculino de la situación inversa, es decir, si la mujer fuera quien, ligeramente abierta de piernas, se frotase el clítoris sobre ellos y se produjera la tan entredicha eyaculación femenina? No dudo que a muchos les resultaría desagradable, pero no sé por qué tengo la ligera sensación que otros muchos se unirían al juego encantados, que serían incluso ellos quienes, a través del móvil o de su nuevo Samsung Galaxy SIII, registraran la escena para –si no para colgarla en una página pornográfica, género squirts- mostrárselas victoriosamente a sus colegas. Éstos, desgraciadamente, lo tacharían de falso y mentiroso, pero quién sabe si la historia devendría en certera gracias a su versión de leyenda urbana.
Esta práctica sexual, por cierto, es muy definitoria de la literatura de Michel Houellebecq, que escribió su primera novela en 1993. Siempre escribo que Houellebecq es el mejor clásico futuro que tenemos en esta primera década del siglo fatal. Un siglo donde hombres y mujeres siguen sin ser lo mismo.
Hagamos de todo literatura, por favor.

9 comentarios:

  1. Joder, me ha hecho mucha gracia lo del flushing playero. He estado buscando en blogs y hay bastantes chicas escandalizadas porque tienen amigas o conocidas a las que les han dado una sorpresa de este estilo. Está bien conocer esta moda, por si acaso, más que nada.

    En cuanto a la leyenda de Ricky Martin y la mermelada tiene un mérito increíble, pues es un bulo que todo el mundo conoce gracias únicamente al boca a boca en una época en la que todavía no había Internet. Y como dices hay gente que sigue creyendo que eso pasó, entre ellos un amigo mío. Me quedaré con la explicación del calado de las leyendas urbanas a falta de una más convincente.

    Un saludo!
    Muy interesante todo como siempre!

    ResponderEliminar
  2. Marc, muchísimas gracias por pasarte por mi blog.
    Un placer conocerte por tus letras :)
    Un abrazo.

    ResponderEliminar
  3. Las leyendas urbanas dan mucho juego, a mí me gusta especialmente la del tráfico de órganos que te extraen tras caer en un sopor aeternum droga-en-cubata-mediante.
    Me resulta casi imposible creer que eso pase en las playas. A más de uno le convendría mucho una temporadita en un complejo turístico como el de "Plataforma" del sr. Houllebecq, para aliviar tensiones, más que nada.

    Kisses.

    ResponderEliminar
  4. Bueno, qué puedo decir... ¿Quién no se ha tomado un cubata con una aspirina que alguien le puso con mala idea, ha salido y cogido un donut gratis a la puerta del pub con un azucar sospechoso y, al volver a casa y pinchar una rueda ha sido socorrido por un motorista clavadito al rey?

    Despues de eso... comparto tu opinión sobre Houellebecq, uno de los autores que son leyenda en si mismos a través de sus palabras.

    Besos

    ResponderEliminar
  5. Ciertamente, me gustaría unirme a esos playeros. Los goces masivos y populares han de ser apoteóticos.
    Y bogo por tu deseo, de todo, literatura.
    Un abrazo.

    ResponderEliminar
  6. En las leyendas urbanas veo a veces la expiación de nuestras carencias terrenales, tanto cuando se trata de gente famosa como cuando se trata de temas tipo "la niña de la curva". En fin, me hago fan de tus entreparéntesis. Saludos!

    ResponderEliminar
  7. Aún recuerdo cómo varios conocidos afirmaban al día siguiente haber visto con sus propios ojos el episodio de Ricky, el armario, la mermelada, la quinceañera y la Gemio!!! Eso muestra lo fácil que es engañarnos, verdad? o mejor dicho, lo fácil que nos dejamos engañar cuando queremos ¬¬.

    Lo del flushing es verdad como la vida misma... qué disgusto tengo con algunos lectores, que no se lo terminan de creer XDXDXDXDXD.

    Gracias por citarme, un saludo!

    ResponderEliminar
  8. Gracias por toda la información que contiene tu entrada!!Algo bueno tenía que sacar en que no me guste la playa xD

    Lo atractivo de las leyendas urbanas, es precismente que son leyendas. Cuando algo es verificable, pierde toda la emoción.

    Nunca he leído a Houellebecq...tendré que hacerlo.

    Un abrazo.

    ResponderEliminar
  9. Me encanta Houllebecq: me gusta porque es simple y sincero sin llegar a ser simple ni pretender nada.

    Sobre la entrada, me sorprendió lo del flushing xD A mí, ciertamente, me desagradaría que un hombre eyaculara sobre mí estando en la playa (debo recordarte que soy mujer xD)Y tampoco creo que una mujer lo haga.

    Pero... ¿quien sabe? En la vida todo es posible. TODO.

    ResponderEliminar