Tan peligroso es no leer como no
masturbarse. Porque no leer significa encadenarse a la gravedad, limitar tus
ideas a una sola idea, conformarse con una extremidad epidérmica sin dermis y
golpear con la mano sin hueso un saco de boxeo lleno de abejas y, ¿por qué no?,
de mandíbulas de cocodrilo y excrementos de cocodrilo. No leer significa aceptar
la nimia parte del no-soy y la perniciosa yuxtaposición del me desconoceré para
siempre jamás. Significa que no tengo mapa ni territorio, que no tengo cuerpo
ni pies, que no tengo pasos y que me resigno siendo un vulgar y viejo marinero
sin barca, sin mar, sin miedo. No leer significa que si las flores son del
bien, es decir, vacías e inodoras, me suda el pene que le falta a David de
Miguel Ángel.
No leer significa que la montaña no es mágica sino un desierto tedioso irresistiblemente suicida, que la tierra no es baldía sino adehesada y fluorescente y que la labraron unos poligoneros al ritmo de una insufrible melodía de Lady Gaga. Significa que me importa una mierda si un soneto de Shakespeare se convierte en un cuarteto de Bécquer, y peor aun, que me importa una mierda no adorar a Shakespeare y no odiar profunda e insensiblemente a Bécquer. No leer es como ser un gato mutilado, ciego y con orejas de burro y hocico de perro. Significa que si el poeta no es neoyorkino, sino neozelandés o por ejemplo camboyano, nada en mí cambiaría. Que si Rimbaud es el nuevo tertuliano de aquel programa del corazón que emite Telecinco, que si Lautréamont todavía está vivo, que si Wilde está dirigiendo el musical de El Rey León versión porno-infantil con pase los martes y jueves en El Bernabéu, que si Poe publica un libro cuyo protagonista es un mago adolescente que estudia y se pajea a escondidas bajo las sábanas de Hogwarts y que además lo hace con faltas de ortografía, que si Hugo fuera un miserable pederasta y Nietzsche el beatificado Santo Padre, que si Freud fuera el apellido de la ninfómana que vive en el muelle número 4 y tuviera problemas para alcanzar el orgasmo, que si Sade hubiera sido un simple anhedónico con predisposición al Islam, que si Dylan (el poeta, Dylan Thomas) no hubiera escrito Under Mik Wood sino novela romántica a lo Corín Tellado y que ésta se hubiese leído no en la radio sino en la Plaza Catalunya un 15 de mayo por un tal Federico Jiménez Losantos, que si Virginia Woolf fuera un macho español, que si Faulkner entre la pena o la nada hubiera elegido la nada, que si Kafka en vez de asegurador y abogado hubiera sido ministro de Hitler o que si Hitler hubiera sido una puta del Ángel Azul los viernes de ocho a tres, que si La Biblia, El Torá o el Corán fueran simplemente El Quijote, que si Jesús hubiera sido Verlaine versión enteramente homosexual o que si la autoridad el estado llevara sombrero con visera y fumara pipa y se llamara Sherlock Holmes, Monsieur Dupin o Hércules Poirot, si todo esto ocurriese, decía, qué más daría, porque yo seguiría no siendo nadie; porque sería parásito sin riesgo, vulgar hez de cocodrilo.
No leer significa que la montaña no es mágica sino un desierto tedioso irresistiblemente suicida, que la tierra no es baldía sino adehesada y fluorescente y que la labraron unos poligoneros al ritmo de una insufrible melodía de Lady Gaga. Significa que me importa una mierda si un soneto de Shakespeare se convierte en un cuarteto de Bécquer, y peor aun, que me importa una mierda no adorar a Shakespeare y no odiar profunda e insensiblemente a Bécquer. No leer es como ser un gato mutilado, ciego y con orejas de burro y hocico de perro. Significa que si el poeta no es neoyorkino, sino neozelandés o por ejemplo camboyano, nada en mí cambiaría. Que si Rimbaud es el nuevo tertuliano de aquel programa del corazón que emite Telecinco, que si Lautréamont todavía está vivo, que si Wilde está dirigiendo el musical de El Rey León versión porno-infantil con pase los martes y jueves en El Bernabéu, que si Poe publica un libro cuyo protagonista es un mago adolescente que estudia y se pajea a escondidas bajo las sábanas de Hogwarts y que además lo hace con faltas de ortografía, que si Hugo fuera un miserable pederasta y Nietzsche el beatificado Santo Padre, que si Freud fuera el apellido de la ninfómana que vive en el muelle número 4 y tuviera problemas para alcanzar el orgasmo, que si Sade hubiera sido un simple anhedónico con predisposición al Islam, que si Dylan (el poeta, Dylan Thomas) no hubiera escrito Under Mik Wood sino novela romántica a lo Corín Tellado y que ésta se hubiese leído no en la radio sino en la Plaza Catalunya un 15 de mayo por un tal Federico Jiménez Losantos, que si Virginia Woolf fuera un macho español, que si Faulkner entre la pena o la nada hubiera elegido la nada, que si Kafka en vez de asegurador y abogado hubiera sido ministro de Hitler o que si Hitler hubiera sido una puta del Ángel Azul los viernes de ocho a tres, que si La Biblia, El Torá o el Corán fueran simplemente El Quijote, que si Jesús hubiera sido Verlaine versión enteramente homosexual o que si la autoridad el estado llevara sombrero con visera y fumara pipa y se llamara Sherlock Holmes, Monsieur Dupin o Hércules Poirot, si todo esto ocurriese, decía, qué más daría, porque yo seguiría no siendo nadie; porque sería parásito sin riesgo, vulgar hez de cocodrilo.
Y la masturbación viene a ser más o
menos lo mismo: sin tanta letra, pero con igual extensión; sin tanta tinta,
pero con igual material líquido. Porque si la lectura hace al individuo, le
estimula, lo desarrolla, lo eleva, la masturbación lo ejercita para aceptarse
en su totalidad. Conste que masturbarse no es sustitutivo del sexo y tampoco un
simple desahogo. ¿Sería agudo decir que es la manifestación de la soledad ideal,
la más íntima extensión del placer sexual del individuo? Desde luego no solo no
sería agudo sino que además sería excesivamente cursi. Masturbarse es tocar el
órgano sexual de uno mismo y estimularlo hasta el culmen del placer sexual. De
medios existen tantos como metodologías: consoladores, vibradores, cremas,
arriba, abajo, rítmico, a lo Bela Bartók, por abajo, enroscado, etcétera. Hay
quien prefiere el pensamiento fantasioso, idealizar aquella escena, que sea con
este o no, mejor: con aquella, o que sea con ambos y que no haya nada de amor;
hay quien elige las fotografías, las revistas, a Johnny Depp o a Robbie
Williams, a Zooey Deschanel o a Cotillard (o a las dos juntas, o a los cuatro
juntos), el cine erótico, o directamente el porno; hay quien lo hace ritual,
hay quien lo pilla y lo mata e incluso quien repite hasta dos y tres veces sin
descanso (aunque esto deba escribirlo una mano femenina). Hay quien se excita
con la austeridad, con el esbozo de una idea o el cauce melodioso de un río;
hay quien se pone con una nocturna de Chopin, quien se imagina drásticas orgías
o masturbaciones colectivas (como el Club de la Masturbación de Australia,
donde la gente se reúne para practicar el onanismo, o, ahora que mayo es en
EEUU el mes de la masturbación y se celebrará una jornada pública de
masturbación, donde los participantes no solo se tocarán unos delante de otros
sino que lo harán pagando, para recaudar fondos contra las enfermedades de
transmisión sexual). Pero la masturbación también es tabú. ¿De veras alguien cree
que las condenas que años ha se explicaban casi con voz escolástica alguien se
las tomó jamás en serio? ¿De veras alguien cree que ellas se tocan menos? Pues
a todos ellos tendedle un libro, y que la otra mano os sea ligera como una
pluma, hábil como un roce.
Si todo el placer fuera tan fácilmente
localizable…
Me quedo más tranquilo, mucho Porque últimamente, lo único que hago es leer y masturbarme. Y juro que este comentario no es una grosería ni una fugaz salida de paso, es lo que me pasa, y el post es brillante, como siempre. Un abrazo.
ResponderEliminarTú, tus fríos "saludos" finales y tus textos increíblemente atrevidos. No sé si elogiarte, porque eres demasiado frío (yo soy completamente al revés). Como no tiene nada que ver, y soy incapaz de no lanzarte una elocuencia (al contrario que tú, que eres un crítico en potencia, por naturaleza - cosa que me encanta-), te lo repetiré por X-ésima vez: Eres impresionante.
ResponderEliminarSaludos álgidos muy cordiales, casi glaciares.
Amén! Me recuerda a una cita que leí hace poco de John Waters: "Si vas a casa de alguien y no tiene libros, no te acuestes con él." También de acuerdo. Saludos!
ResponderEliminarEstoy totalmente de acuerdo con Laura y Tranquilino, y contigo joder, las masturbación es necesaria para poder conocernos a nosotros mismos, sentirnos en la suma intimidad y morirnos de placer en el momento que queramos, sin tener que esperar a que venga alguien a ayudarnos.
ResponderEliminarMagnífica tu reflexión, como todas las que te he leído hasta ahora. Jamás salgo indiferente de este sitio, enhorabuena.
Un saludo.
PD: Tienes toda la razón en lo de la fealdad suprema del sustantivo cigarro. Mira que busqué sinónimos para no usar ese término pero nada, todos los que encontré eran aún peores. Así que tendré que convivir con ese poema y su pequeña tara.
Dos placeres que practico con devoción: leer y pajearme. La lectura sí me parece un acto intimista a ultranza, cosa que el onanismo no siempre es así.
ResponderEliminarLas mejores pajas son las compartidas, algunas mejores que muchos polvos.
Entre polvo y paja me cojo un libro y masturbo la mente.
Kisses.
Joder, y yo pensaba que era la única XDD (no, en realidad no lo pensaba... pero ya sabes... a veces uno se siente sólo y único, egocéntricamente hablando)
ResponderEliminarExcelente y reveladora entrada. Eres sencillamente brillante, amigo mío. Me encantaría leer en las revistas que a veces hojeo (no digamos ya los periódicos) columnas tan humanas y tan intelectualmente/anti-intelectuales como las tuyas.
¿Qué mejor panorama, cuando quieres estar sólo, que leer un buen libro y masturbarte?
Un saludo!
Una genial columna. Muy divertida, pero sobre todo muy inteligente. Muy tú.
ResponderEliminarUn abrazo.
La provocación bien entendida es lo que suelo encontrarme por aquí, no porque hables o no de temas rozando el sexo o adentrándote directamente en él, sino porque provocas reacciones de respuesta ante cualquier tema. Con ritmo ágil, a ratos vertiginoso, das muestra de tus gustos y conocimientos mientras azotas verdades, enhorabuena.
ResponderEliminarEl hombre ha buscado desde siempre el placer, a poder ser el propio, su propia satisfacción. Tengo que decir en mi caso que es un placer... leerte.
Besos