Ha sorprendido
mucho el fervor religioso que el Presidente de la República Bolivariana de
Venezuela, Su Majestad don Hugo Chávez, ha manifestado públicamente desde que
le detectaran el cáncer que tanto se ha empeñado en esconder. Su política
trotskista demodé y el discurso oligárquico tan celebrado por sus camaradas
cubanos no cuadran con los valores teóricos que propugnan la fe y la religión
cristiana. Una de las últimas comparecencias públicas del Presidente se sucede
ante un altar, donde él y su familia imploran a Dios todopoderoso para
que le conceda unos cuantos años más de vida.
En realidad no tengo nada en
contra de ello. Imagino que saber que vas a morir cuando lo último que quieres
es morir debe de ser duro, y aferrarse a una idea sensible, espiritual y
alentadora puede resultar incluso científicamente positivo. Y qué mejor que una
Institución con dos siglos de atestiguación y tantos y tantos millones de
fieles como la Iglesia Católica para aunar fuerzas y combatir al supuesto
destino. Institución que, vaya por delante, predica el amor entre prójimos, la
paz mundial, la comunión entre sus hermanos, la bondad, la benevolencia, la
caridad como complementos no circunstanciales sino directos del devoto
protocolario, misericordioso y benigno. Institución comprometida con los
derechos humanos, con la justicia terrenal, con la curación del alma, con la
beatificación de su rebaño. Institución que concede perdones a sujetos
transigentes y arrepentidos. Institución de santos, mártires, vírgenes y otros
héroes que han luchado por hacer de este -no cielo, no infierno, no purgatorio,
no fantasías, no promesas- mundo un lugar mejor. Esta Institución que, bueno
sí, también ha sufrido algún que otro desliz, como con los preservativos, la
pederastia, los desfalcos, la ambición o el abuso de poder, pero que
rápidamente se ha sabido reponer, nombrando a nuevos Papas, propagando un amor
universal, celebrando nuevas misas multitudinarias con una pasión unánime por
el Santo Pontífice y su Mesías Salvador. Ay…Y ahora que parecía todo tan
calmado, ahora que volvía a brillar el sol bajo la aureola tallada de El
Vaticano va y aparecen dos nuevas noticias cuyo catolicismo solo es comparable
al de la feligresa Sor Maritornes la tuerta Asturiana, ambas en Estados Unidos,
cuna de la modernización protestante de la cruz: en Carolina del Norte una, en
Nueva York la otra.
“Encerrad a
los homosexuales en campos de concentración electrificados”, pregonaba el
Pastor de una iglesia de Carolina del Norte, “y dejadlos allí que se mueran
para que podamos extinguir su especie”, mientras era sorpresivamente grabado
por un participante en una acción no precisamente cristiana. Entretanto, un
poco al norte, en la isla de Manhattan una empresa de lencería regentada por
judíos ortodoxos despedía a Lauren Odes, la chica de 29 que se encargaba de la
administración de la empresa y cuyo único delito había sido tener las tetas
demasiado grandes y distraer, así, con las tetas, al resto de trabajadores.
"Cuando mi supervisora me sugirió que me aplastara mis pechos, le pregunté
que si estaba bromeando. Entonces se acercó a un armario y sacó una bata de
color rojo brillante, decorada con imágenes de guitarras. Me dijo que me
sentara en mi escritorio y la llevara todo el día. Me sentí humillada. Lloré
desconsoladamente en el lavabo y decidí ir a comprarme un jersey”, al regresar,
le comunicaron la rescisión del contrato. ¡Pues claro que sí! Esta es la
modernización fundamental de la iglesia, sus valores divinos: por un lado la
ignorancia, por otro la violencia.
Estoy cada vez
más convencido que Zaratustra, cuando proclamó su “¡Dios ha muerto! ¡Dios ha
muerto!” realmente quiso decir “¡Hay que matarlo, hay que matarlo!”, y como
parece que el cáncer todavía no asola a las sectas, alguien se lo tendrá que ir
planteando.
A pesar de Chávez y de la simpatía que le tengo, deberíamos matar a ese dios aterrador e impiadoso. un abrazo.
ResponderEliminarVeamos a ver si la repentina fe de Chávez acerca el cáncer a la Iglesia y ésta perece por los siglos de los siglos...
ResponderEliminarUn saludo.