En esta historia hay tres protagonistas: Lupita (la víctima), Maria Nilza Simões (la celosa) y de Jesús (el sicario).
Maria Nilza Simões, la despechada, tenía graves sospechas sobre la fidelidad profesante de su marido. En un ataque de duda no resuelta, decidió cortar por lo sano: creo –pensó-, creo que mi marido me está engañando con la Lupita (la vecina), y por ese motivo voy a contratar a un sicario (de Jesús) para que acabe con ella; eso es, le pago 1.000 reales y sanseacabó. Y así lo hizo. Contactó con de Jesús, le dijo que si asesinaba a la impía mujer que estaba cortejando a su marido le dotaría una cantidad total de 1.000 reales, y se metió tranquilamente en casa. El asesinato como una bella arte tiene sus meandros. Primero se debe estudiar a la víctima: saber en cada momento qué hace, con quién, cómo, todo para cerciorarse que la limpieza del crimen será absoluta. Fue durante este proceso cuando de Jesús (el sicario, repito: el sicario) reconoció a Lupita (la víctima); fue tan profundo el amor que sintió por ella años atrás que, ¿cómo la iba a matar, si todavía hoy la quería más que nunca? Se aproximó a Lupita y la informó de la situación. Vaya, pensarían. Tengo una idea.
Ambos fueron al supermercado del pueblo y compraron tres potes de kétchup. Cogieron el coche y se dirigieron a las afueras, concretamente a unos matorrales cuyo lugar, desde luego, jamás he pisado. La víctima (es decir, Lupita) se resquebrajó la camisa blanca, alborotó ligeramente su pelo y se puso un cuchillo de anchas dimensiones entre el lomo y el brazo. Yació quietísima sobre el suelo matorral. Mientras tanto, de Jesús le vertía sobre la camiseta, sobre su tez, sobre todo su cuerpo los tres potes de kétchup que se confundiría inexorablemente con sangre vengativa. Acto seguido, de Jesús le sacó un par o tres de fotografías y se las hizo a llegar a Maria Nilza Simões (recordemos, la despechada). Maria Nilza Simões se alegró; cedió los 1.000 reales a su sicario y todos contentos.
El contencioso surge ahora cuando, unas semanas después, en la feria de una localidad vecina, Maria Nilza Simões encuentra a Lupita y a de Jesús (víctima y verdugo) besándose románticamente delante de una tiendecita. La ira que sintió María debió de ser brutal porque, sin oxígeno en la sangre para matarlos a los dos, se dirigió rápidamente a la comisaria y denunció a de Jesús por haberle robado 1.000 reales.
Los tres acabaron encarcelados y salió a la luz esta historia que acabo de narrar. Ahora, Maria Nilza Simões vive reclutada en su casa, hazmerreír de los conciudadanos; de Jesús se ha esfumado, ¿quién sabe dónde?; y Lupita se ha convertido en una heroína, de aquellas románticas que se dejan matar por amor y que vuelven a la vida cual lo hizo Julieta.
Frases como las que los niños proponen a sus padres cuando ven una película: mamá, ¿lo que le sale por la boca a este tío es sangre? No hijo, no, no es sangre. Es tomate. ¿No ves que son actores?, frases como estas al fin toman lógica y sentido, al fin se han convertido en un hecho y no en una excusa.
Como aquella canción: y morirme contigo si me matas, y matarme contigo si te mueres, porque el amor cuando no muere mata, porque amores que matan nunca mueren.
(Fotografía de Lupita asesinada: http://img01.lavanguardia.com/2011/09/25/Un-sicario-contratado-por-una-_54221201309_53389389549_600_396.jpg)
Cuando escuché la noticia en la TV, pensé, esto es de película.Ampliándola un poco y dando un par de papeles secundarios a dos esclavos, y podría estar firmada por el mismísimo Plauto!!!! Saludos
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