Phoenix Jones viste una máscara negra y dorada y un traje de látex que enfatiza sus abdominales y sus bíceps. Reside en Seattle y desde la semana pasada patrulla las calles para combatir el crimen. Dice ser un superhéroe con séquito y no relaja su voz al afirmar que nada les detendrá ante la defensa del bien. Lo explica en la salida de los juzgados. La noche del miércoles fue denunciado por dos agredidos. Por lo alegado en el juicio, las víctimas estaban tan tranquilas a las puertas de una discoteca y el personaje –Phoenix Jones el superhéroe, Benjamin Fodor la persona- se abalanzó sobre ellos rociándoles en los ojos una buena dosis de espray de pimienta. Él contradice la versión y afirma que evitó una pelea, donde estos matones no claudicaban a meter cizaña.
¿Qué es pues Phoenix Jones Mr. Fodor: un superhéroe, un villano, una mezcla de los dos? ¿Como Batman y Bruce Wayne, que siempre tuvieron vena de poco escrúpulo y resultaba más que difícil diferenciar su línea del bien y el mal? ¿Un nuevo Nietzsche? ¿Un ignorante?
¿Y dónde está la frontera del bien social? ¿Hasta dónde se actúa para el bien y dónde comienza el mal? ¿Es correcto avanzar por el camino del mal para conseguir el bien? ¿Y cuántos bienes existen? El personal, el colectivo, el ambicioso, el solidario. Bancos, gobiernos, estados, ideales. ¿Y si no hay mal que por bien no venga? ¿O bien que por mal no venga? ¿Por qué hay mal amparado por la ley?
El embrollo posee tal magnitud que, ¿cómo se pretende que el superhéroe se posicione? Si no hay derecha, ni izquierda. Ni nada. Etcétera.
Hay demasiada absurdidad. Toda ella innecesaria. Sin etcétera.
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