En etimología, así como en la semiótica, hay que hilar muy fino. Y no es que las faltas morales de ortografía, gramática y sintaxis que hoy nuestro tiempo comente con total impunidad deban ser castigadas (que sí). Es que los mismos castigadores –llamémosles jueces y Justicia- cometen hoy errores muchísimo más graves. Un organismo encargado de delimitar quién está y quién no está en su más sensato juicio no puede evadir y hacer oídos sordos a oprobios potencialmente peligrosos. “La realidad fáctica no reseña que el acusado vertiese alguna expresión que proyectase menosprecio o desprecio”, concluye la Audiencia Nacional de Murcia. Que a un acusado le intercepten llamadas en las cuales exponga libertinamente a su hijo que pronto verá a su madre encerrada en el cementerio en una caja de pino no es motivo suficiente para, al menos, tomárselo en serio. Añadámosle que el acusado describe a su mujer como “esta es una zorra”, y consideremos que la Sala defiende que el sentido del sustantivo no es peyorativo, sino bien al contrario, enfatiza el carácter halagüeño y astuto de su denunciante cónyuge. El cóctel es terrible. No es que sea un exceso inmoral de lógica y pragmatismo; es que es una falta lógica y excesivamente inmoral. El denunciado se siente amparado por la justicia. Un hombre acusado por un delito de amenazas, propenso a la violencia y capaz de declamar la injuria mortal a su propio hijo es un peligro absoluto para su mujer. Ella, animada por la sensatez, quien sabe si por terror, tal vez por los anuncios del ministerio “denúncialo”, lo puso ante la justicia, lugar donde él ha encontrado una estupenda aliada.
Por si no fueran suficientemente complicados los casos probatorios de violencia de sexo, cuando a la justicia se le presenta uno límpido y claro, le pone trabas fatales. Porque no se puede pasar del blanco al negro sin pisar el gris, o del invierno al verano sin sufrir la deliciosa primavera. Deliciosa es la cifra de mujeres muertas a manos de sus cónyuges: las 51 que se levan con el 2011, o las 84 del 2008, o las 68 del 2009, o las 85 del pasado año.
No estamos ante un juicio exprés; aquí te cojo, y ya estás muerta. Y precisamente por ello no se puede juzgar a la ligera un caso de violencia de sexo. Ni del machista, ni del feminista.
La justicia ha dejado de ser una virtud cardinal para ser un circo de negocio ambulante, lugar de tránsito de feroces actitudes dolorosas. Un violador es procesado y rápidamente liberado. Acomete con frialdad, y no pierde el tiempo. Pero no es un violador, no agrede físico ni moral, sino que rinde culto a la imagen femenina. Profesa tal amor por el útero, que se ve inclinado a explotarlo bajo cualquier pretexto. Con total impunidad.
La Sala no solo ha avergonzado a la aberrante tendencia de interpretar mal las palabras, sino que ha expuesto a una mujer a un peligro totalmente innecesario. Procesado y justicia se dan la mano y trabajan a codo partido.
Cuidado con este caballo de Troya, que viene fuerte con sus cuatro costados de pino.
Es vergonzoso y da rabia a la vez ver como actúa la justicia. Dan la vuelta a la tortilla con la sartén sin mango (¿a que te ha gustado la metáfora?).
ResponderEliminarPor desgracia se de buena fe se que la ley dice que los moratones los hacen los gatos, que las cosas se las inventan las mujeres ♀ por despecho y que si una no acaba muerta o lila moratón no hay pruebas fehacientes.
Muchas son las muertas y muchas las que quedan por morir.†
La ley, es otra de las mierdas que hacen de base a nuestra puta sociedad y nuestro podrido país.
Pondremos los lazos negros que haga falta y paripeses varios, hasta que alguien se canse y empecemos a tomar la justicia por nuestra mano.
Un besito ricitos.♥