A raíz de los incidentes vividos en los partidos clasificatorios para la Eurocopa de la selección portuguesa, donde el público del estadio rival coreaba el nombre Messi, Messi, Messi para cabrear al superestrella luso Cristiano Ronaldo, Quim Monzó compuso un artículo elocuentísimo donde explicaba la tendenciosa y estúpida manía de declinar el adjetivo anormal en vez del mítico subnormal.
Los sucesos se remontan a uno de los partidos que Portugal disputó la semana pasada en Nicosa, contra la local selección chipriota. El público, como de costumbre, había coreado el nombre del mago argentino para encolerizar a Cristiano; éste, tras el partido, fue preguntado por los cánticos: “los que cantan Messi, Messi, son anormales”, respondió el delantero madridista. Fue entonces cuando Quim Monzó percibió la tendencia de algunos famas a declinar el adjetivo anormal frente al gran desgastado subnormal. La gran tendencia comprobada. Porque anormal es nuevo y, evidentemente, no tan gráfico como su hermana léxica subnormal. Sin embargo, la Real Academia de la Lengua se permite un rincón para puntualizar en su tercera definción que Anormal (com. –nombre común en cuanto al género) significa persona cuyo desarrollo físico o intelectual es inferior al que corresponde a su edad. Etimológicamente, anormal está formado por un sustantivo y un prefijo: a- y normal. El a- antes de los nombres connota privación o negación. Así pues, teísmo (creencia en un dios personal y providente) pasa al ateísmo por negación; tonal (que tiene tonalidad) pierde todo orden con su atonalidad, con a-. Ergo: normal (que se halla en su estado natural) pasa a la anormalidad que es algo que se halla fuera de su estado natural (y esta es la primera y segunda definición del diccionario). Subnormal, en cambio, del prefijo sub (bajo o debajo de) comporta inferioridad; no en vano RAE define: f. subnormal: dicho de una persona: que tiene una incapacidad intelectual notablemente inferior a lo normal. Es decir, deficiente, tonto, oligofrénico.
Solo quería mentar que hoy estar fuera de la normalidad está considerado como una hermosa virtud: se es especial, extraño, misterioso, único. Y, en cambio, anormal –que es lo que significa- se utiliza como insulto. Es una contrariedad gramatical.
Yo prefiero pensar que Cristiano Ronaldo, que es guapo, rico y gran jugador, tuvo un lapsus linguae, y lo que en realidad quiso decir es que sí, que sí, que Messi es extraordinario, que es un fuera de serie, que está lejos de la normalidad del resto de mortales jugadores. Sí, yo prefiero pensar esto. Que la evidencia es tan absoluta que incluso el enemigo se rinde públicamente a los pies de su vencedor. Messi quita cuantas aes sean necesarias: del ateísmo al teísmo, de la atonalidad a la tonalidad del juego. No en vano es el mejor jugador de la historia de este deporte de pies.
Un sincero homenaje a todos aquellos que se encuentren fuera de la normalidad. Y saludemos, de paso, a todos los subnormales, que estos sí son muchos.
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