5 de octubre de 2011

Fragmento de una novela

Porque Jorge tiene en su soporte una frialdad indigna para un niño de tan temprana edad. Ha aprendido algo que disgusta a la mayoría de adultos, que hasta bien entrados los cuarenta no se debe sentir, aquel valor que no se aprende sino que se tartamudea para luego tragarlo indefinidamente, el valor aquel de la indiferencia. Por ejemplo, en su clase hay un niño con quien se lleva francamente bien. Luís Merlos. Es proporcional a Jorge, delgadito, castaño, pero con incomparable talante infantil. Luís Merlos le pregunta.
    -Porque tú, Jorge, a quién quieres más: ¿a tu padre o a tu madre?
Luís Merlos hace esta pregunta muchas veces, a todo el mundo y en especial a su madre, transponiendo los dos progenitores por él y su hermano.
    -Tú, mamá, a quién quieres más: ¿a mí o a Enrique?
Su madre enferma cuando esto ocurre, no tanto por la profundidad filosófica que aparentemente contiene la pregunta (no, porque ella es de todo menos ecléctica), sino por el agobio y la vergüenza que siente al contestar siempre lo mismo, viendo en la cara de su primogénito la falta de convencimiento que le da, a los dos, hombre, a los dos.
    -Tú, abuela, a quién quieres más: ¿a papá o al tío Glorio?
    -Hijo… ¿qué mano me corto que no me duela?
Luís Merlós, ante la rotura de una dinámica aprendida, sin saber por qué, se puso a llorar en su falda.
    -¿Qué te pasa, hijito? ¿Qué tienes, Luís?
Luís Merlos acababa de entender el valor de la igualdad, del amor, y de la religión. Tal vez por ello tuviera ese carisma sereno y sosegado, tal vez por ello Jorge le profesara cierto aprecio. Luís Merlos, quepa destacar, está completamente enamorado de Jorge Carvajal.
    -Oye, Jorgito, ¿tú crees en Dios?
    -No.
    -¡No! ¿Y por qué no?
    -¿Por qué tú sí?
    -Pues porque dios es eterno y misericordioso. Porque nos guarda de los males del mundo. Porque ayuda a los pobres y nos ayuda a nosotros, nos lleva por el buen camino y coopera con nosotros para que seamos mejores personas.
       -¿Y todo eso lo hace dios?
    -¡Sí, Jorgito, por supuesto que sí! Por ejemplo, cuando a ti te duele el estómago, ¿qué haces? Tú mamá te da el jarabe, ¿no? Pues cuando te duela el alma –el alma es algo triste y gris, ¿sabes?- cuando te duela el alma… cuando te duela el alma… cuando te duela el alma… cuando te duela dios vendrá y te ayudará.
       -Vaya.
    -Sí. Un libro dice que todos somos creaturas de dios. Engendrados bajo su parecer y semejanza. ¿Por qué no, Jorgito, por qué no jugamos a ser dios y creatura?
    -¿Le gustan a dios los insectos?
    -¡Pues claro que sí, Jorgito, no seas tonto! Cómo no le van a gustar a dios los insectos: hormiguillas, mariposas, gusanitos, todo tipo. No ves que todos han sido creados por Él. ¿Qué piensas?
    -Que yo no creo en el alma.
    -¿Ah, no?
    -No.
    -¿Y qué crees tú que es el alma, señorito listillo?
    -No lo sé. Tal vez sea una de esas cosas que solo están en los libros. Tal vez es como un número. Algo que no se ve, que no se toca, pero que está allí.
    -¿El alma, un número? Jo, jo, jo. No seas tontaina, Jorgito. Entonces, señorito, la diversión o el amor también son como un número, ¿no?
    -No. El amor es como una nota de música.
    -Jo, jo, jo. Pero mira que eres cabezota, Jorgito. Venga, va. Pensaba echarlo a suertes pero en vista de que eres un judío, yo seré dios y tú serás la creatura.
    -Bueno… De acuerdo, pero seré una mariposa.
    -Ay,  Jorgito. Pues una mariposa, como quieras.
    -De acuerdo.
    -¿Seguro que no prefieres ser un león feroz o un tigre mordedor?
    -No. Una mariposa.
    -Vale pues. ¡Allá vamos!
    -Mire, don Pablo…

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