No hay dinero. Es un hecho. Y no lo hay en ningún sitio, ni en las arcas públicas, ni el bolsillo de la gente, no lo hay bajo el colchón y desde luego no lo hay en los bancos. El dinero no cae del cielo. Silogismo es poco.
No es casualidad que el ayuntamiento catalán de Esparreguera haya instado a sus vecinos a cooperar con la situación. Con la llegada del otoño, las calles se llenan de hojas secas y marrones, pronosticando la anhelada llegada del frío, que parece tímido a estas alturas de octubre. Esparraguera, así como muchos ayuntamientos que se ven obligados por el Estado a devolver el capital adelantado y que no pueden, es incapaz de aumentar su plantilla de limpieza. Doce son los efectivos del ayuntamiento para dejar las calles impolutas, desgraciadamente el dinero es insuficiente para contratar a una brigada temporal que combata el comienzo recio del otoño. Por ello, mediante bando colgado en los comercios, el consistorio pide colaboración. ¿Queréis ver libres del mar de hojas vuestras calles? Cooperad y limpiad vuestro trocito de acera. Es una medida confusa. Algunos vecinos, por qué no, la ven inaceptable: ¿y mis impuestos?, ¿acaso soy el culpable del derroche de estos sinvergüenzas? Pero, ya se sabe, no hay broma de por medio, la situación es grave, y los vecinos gustan de congratularse de su ciudad o pueblo, y los pueblos y ciudades no son su gente, sino sus calles. Aquí hay poco más que rascar: si los vecinos quieren, limpiarán; si no quieren, el gris del pavimento quedará cubierto por el marrón otoñal.
Sin embargo, esta iniciativa aparentemente inocua posee un factor filosófico y social de echarse para atrás. En los debates sobre la función de cada cual en su posición social, su ingenio, su talento, su capacidad, normalmente nada en claro se saca. Es sabido que la mansedumbre y la vagancia son panes del día secos. Quien más quien menos acepta y cree que la mayor parte de la sociedad está sitiada en una ignorancia ignota, aburrida y devastadora, y ve utópico avanzar debido a la imposibilidad de las masas. Es cierto: hay demasiada disfunción. No obstante, en la guerra tiene que haber un vencedor. Y en los debates filosóficos sociales no se puede uno limitar a ser nihilista. Una buena moraleja es la consideración de actuar, de ser capaz por uno mismo despreciando al resto social. Bonito pensamiento modernista. “Limpia tu trozo de calle y que los demás se hundan en la mierda, en su mierda.” Es una bonita metáfora. Pero claro: un eslabón suelto no influye a cadena.
¿Cabrá considerar, pues, a los vecinos de Esparreguera que limpien su trocito de calle como filósofos o superiores a los que no lo hagan? Ya hay suficientes problemas en las fincas de vecinos donde, por ejemplo, la del primero nos dice a los del segundo: “mirad, si queréis, muy fácil, me pagáis treinta euros a la semana y yo os limpio vuestro tramo de escaleras”. ¿Treinta euros por tramo? ¡Pero si son cuatro escalones! La vecina del segundo tiene visión empresarial. ¿Por qué no los de Esparraguera? Cuando los vecinos hallen una zona muerta, es decir, un punto desierto que no pertenezca ni al vecino del 42 ni al del 41, ninguno de los dos lo limpiará por simple altruismo. ¡Pues claro, allí viene el del 46, que es patronato y muy avispado! “Mirad, pagadme 30 euros y os lo limpio yo”. Los vecinos, cansados de tanta paparrucha, sacan de su billetero 15 y 15 euros. Y el del 46 se queda barriendo su trocito muerto de finca. Los dos afectados se introducen en sus casas y siguen el frenético ritmo de la semana, a sabiendas de que no hay dinero, que no lo hay en los bolsillos ni en los bancos y que, desde luego, no cae del cielo. Pero una vez más, no se sabe cómo, si privado o público, están seguros de una cosa: han subido los impuestos.
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