4 de junio de 2012

¿Sicalipsis andrógina?



Tiresias fue un vidente ciego, pero no de nacimiento.
Dice la mitología que dos serpientes serpenteaban una encima de la otra, es decir, que copulan, y que el adivino Tiresias pasaba por allí cuando decidió separarlas; tal vez por aquello de no traer a más inocentes a este mundo. La mujer de  Zeus, su jefe y de quien era sacerdote particular, Hera, diosa de las mujeres y el matrimonio, al conocer que Tiresias había propiciado un coitus interruptus y, por tanto, el menoscabo de un individuo reptil, decidió convertirlo en mujer para que supiera qué es eso de la maternidad y la reproducción.
Fémina, Tiresias se casa y tiene una hija, Manto. Transcurren ocho años y Tiresias, que ahora es sacerdotisa particular de Hera, se encuentra de nuevo con las mismas serpientes copuladoras practicantes en el centro del camino, pero esta vez, no sea que Hera vuelva a mosquearse, prefiere mantenerse al margen: las mira, las observa, las contempla, se convierte en un sujeto absolutamente pasivo de la escena, un mero espectador. Hera, cuando vuelve a enterarse del hecho, decide retornarle su sexo original, el varonil, el fálico.
La narración, por apariencia fácilmente atribuible a Ovidio y sus Metamorfosis, continúa inmediatamente en el Olimpo, pocos días después del levantamiento del castigo transexual. Zeus y Hera, matrimonio celestial, discuten sobre quién recibe más placer en el acto sexual. ¿Es ella quién goza más? ¿O es él, sin embargo, quien la mete, quien penetra, quien introduce, quien hiende, quien hunde, quién siente más placer? No logran ponerse de acuerdo. Zeus, por un lado, afirma que es ella –la mujer- quien goza de un mayor placer en el sexo: su genital es interno, y por tanto fuertemente estimulable tanto desde la vagina como desde el clítoris, a ella le internan la polla y, tal vez, eso genere una sensación de plenitud, de plétora y consumación física muy difícilmente igualable por un falo erguido y externo; además, diría Zeus, las mujeres podéis sufrir –sufrir…- múltiples orgasmos consecutivos y, finalizado el éxtasis, podéis reiniciar sin un descanso vitalmente necesario la nueva aventura del sexo. Hera, por el otro, defiende que es él –el hombre- quien siente más placer sexual: el miembro de 20 centímetros (que deberían medir todos) se yergue, y posee la apariencia de una faro, arquitectónicamente diverso, luminiscente y funcionalmente escalado; el pene se adentra en un espacio húmedo, cálido, carnal, en el  abrigo del amor, del desenfreno, en el lugar secreto donde correrse produce un placer que, según Hera, es imposiblemente alcanzable para la mujer, de explotación, de liberación, de inmensidad.
Como no evocan un mismo veredicto, ven superfluas todas sus apreciaciones y deciden acudir a Tiresias, que ha vivido en los dos sexos.
            -Oye, Tiresias, dinos: en el sexo, ¿quién goza de un placer mayor: el hombre o la mujer?
              -El hombre –contesta Tiresias- goza una décima parte del placer que goza la mujer.
Hera, contrariada por su derrota, maldice a Tiresias con una ceguera perpetua.
Zeus, en cambio, como no podía deshacer la maldición de su esposa (como la relación padre-madre-hijo, que uno no puede ser el bueno y otro eternamente el malo), lo dotó con el poder de la videncia.
Y así es como Tiresias, tras metamorfosearse en los dos sexos, se convierte en un ciego que ve el futuro.
Y la ceguera es –no solo por Borges- un componente básico en la relación mitología-literatura. La mitología acostumbra a aparecer en la literatura moderna y contemporánea como un hálito de simbolismo, como un recurso intelectual que no dota al texto de una videncia extrema, de un poder sensorial, tanto como de una atmósfera de grave pedantería y continua falacia. La mitología son las fábulas, los relatos, las historias más divertidas que probablemente se hayan escrito jamás. Sin embargo, utilizándola como un pulso maestro, como un jodido esnob, como un pálpito estrictamente referencial –el otro día, en el artículo que Vargas Llosa publicaba en el país lo demostraba-, no se hace sino frivolizarla y, claro, eternizarla en un estado de hastío permanente. Estado de hastío perfectamente comparable al de la pregunta: ¿quién goza de un mayor placer: él o ella? Pregunta que ni la ciencia, ni el futuro, ni la simulación logrará nunca responder. A no ser, evidentemente, que recurramos a la moderación y digamos: hombre (o mujer), depende del placer que sienta cada uno; no es una cuestión de sexo, sino de individuos. Y eso sería una aportación esnob y sofista a lo Vargas Llosa completamente innecesaria. Misterio sin resolver. ¿Confiamos en Ovidio? Mejor.

5 comentarios:

  1. Quien goza mas? No sé por qué tiendo a pensar que esta es una fantasía de la era del macho...Un abrazo.

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  2. Me encanta cómo asoman entre tus líneas todos esos concupiscentes conceptos. Atas palabras lascivas, una detrás de otra, dándole al texto en conjunto una connotación bastante erótica. A veces, cuando te leo, pienso que sería muy interesante mantener una conversación de estas contigo (destaco que del mismo modo que sería sugestiva, podría llegar a ser violenta. O no...) Te expresas sin pudor, sin recatos, pisoteando tabúes y siendo puramente realista. Es admirable. Si todo el mundo fuese así, otro gallo cantaría en la vida propiamente dicha y en las relaciones personales - también en las sexuales- .

    En contra de mi voluntad y situándome desde tu mismo punto, mantendré la compostura (esa de la que tú hablas). Te mando, por ello, un afable saludo. (Gélido,ya que estamos)

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  3. Por supuesto que es una pregunta sin respuesta. Sin embargo, odio esa constante tendencia del ser humano a separar; ¿hombre o mujer? ¿malo o bueno? ¿correcto o incorrecto?

    Da igual si es el hombre o la mujer: aquí lo que importa es la persona. Y no todas las personas siempre experimentan placer cuando tienen sexo. Depende de muchas cosas.

    Una entrada interesante, como siempre. ¡Saludos!

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  4. Es una pregunta sin respuesta aunque he de reconocer que la de Tiresias me gusta mucho. Como tú dices, aunque le preguntes a alguien que haya tenido los dos sexos (véase un transexual, siempre que le hayan puesto el "miembro" del sexo al que se cambia), sólo te dirá su propia opinión, su percepción de la realidad.
    Además, yo como que prefiero el placer de la mujer, por eso de los múltiples orgasmos, pero no le diría que no a estar un día siendo hombre, sólo por ver lo que se siente con algo colgando entre las piernas.

    Me ha gustado mucho esta historia mitológica.

    Un abrazo.

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  5. ¿Quién ha dicho que el orgasmo femenino no produce un placer de explotación, de liberación y de inmensidad? ¿Será que las diosas sienten de otro modo...?En fin, como al menos en esta vida no llegaré a conocer el orgasmo masculino me consagraré a explorar los límites del femenino, y también a observar y estremecerme con el placer del hombre(que en cierto modo, aunque yo no lo viva, llega hasta mí). Me gustó esta historia, pero me asombra la actitud de Hera, qué caprichosa e irascible!!Me ha dejado pensando...Un abrazo

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