(Fábula sobre Europa y el sistema financiero español)
Ayer la calle del mar parecía una marea de colores. Es la principal vía del centro de Badalona. Hacía mal día; en cualquier momento se pondría a llover, no por el cielo, que estaba entre gris y azul, sino por el viento huracanado que soplaba cual actriz del porno más demodé. Parecía una marea de colores por la plaga ingente de encuestadores comerciales que se interponían en la parte central de la calle. Acostumbran a buscar, las empresas, en principio, un prototipo de encuestador callejero guapo. Ellos, por ejemplo, son altos, guapotes, llevan la cara bien afeitada y un traje tan penoso como solo lo es su corbata. Ellas, que a veces muestran las piernas con faldas sugerentemente cortas y llevan tacones para estereotipar (más aún) el concepto abstracto de la nueva belleza, se acercan con una sonrisa de gozo y te espetan con alegría: ¡hola, guapo!, ¿tienes un minuto para…?”, nunca he sabido qué sigue.
Pero veo a gente que se detiene. Muchos. Sonrojados, se paran y, rascándose vergonzosamente la cabeza, escuchan con atención las enmiendas que les anuncian sus asaltantes. Ayer, sin ir más lejos, un chico de metro ochenta, traje negro, corbata lamentablemente verde, muy delgado, camisa blanca dos tallas por encima de la que necesitaba, lo le provocaba una penosa bolsa en el cuello, como si lo hubieran zarandeado, y contratado probablemente por City Bank o cualquier otra entidad especialista en uniones mercantiles a objetivos por comisión, había cazado a una gorda, no especialmente gorda, más bien era ancha, muy morena, pintada –seguro- con la más intensa de las ilusiones, que lo miraba con el deseo ávido de una campesina que desea caer en los brazos del príncipe, no por dinero sino por el sexo.
No sé si la historia tendría un final feliz: por el bien de la gorda espero que sí; por el mal del capullo asaltador espero que también. Pero el caso es que seguí caminando, eso es esquivando a la marea de color -aquí Greenpeace, allá la oenegé con sede en Suiza, allá los comerciales de la telefonía subcontratados por MoviStar-Orange- hasta que vi que una de las comerciales, media melena, escote pronunciado en un 7/9 en la escala de lo grotescamente explícito, ligeramente maquillada, labios carmín, falda tejana de 8 cm , etcétera, había cazado a un hombre de lo más normal. Oí cómo lo prorrumpió y, claro, decidí que lo mejor era sacarse un cigarrillo liado –Amsterdamer, que causa mucha confianza- y apoyarse en la pared del H&M para simular una espera de compra de cualquier tarde de martes. Ella le dijo:
-¡Hola, guapo!, ¿tienes un minuto para una pequeña encuesta?
-Por supuesto que no. Pero haré una excepción.
-Son simplemente unas preguntas para conocer el prototipo del entrevistado.
-Adelante, señorita, no se preocupe: dispare, dispare.
-¿Qué edad tienes?
-Veintidós años.
-Vaya, parecías incluso más joven… Olvidé tu nombre.
-No se lo dije. Olivio MclRoy –contestó el sujeto con los ojos llenos de control.
-Y trabajas, ¿Olivio?
-Hmmm… Sí, trabajo.
-¿A qué te dedicas, Olivio?
-Soy proxeneta.
-¿Perdón? –dijo ella sin arrancarse la sonrisa comercial.
-Soy proxeneta. Trafico con mujeres y niñas pero también con hombres, se prostituyen y yo, por ello, gano una buena suma de dinero.
-Vaya… eso es, eso es… nuevo para mí. Verás, Olivio, porque te puedo tutear, ¿no? Nosotros trabajamos para City Bank y… bueno, supongo que tendrás unos ingresos constantes.
-Más que constantes. Fíjese que solo por una felación mi cuenta bancaria recibe el 40% de la operación. Entienda, por supuesto, que nuestra plantilla no se basa en las vulgares putas; ni mucho menos. Ellas son meretrices de lo más sofisticadas, gente que se ha enriquecido en el mundo del sexo; ellos, los chicos, vienen principalmente del porno, aunque también hay gogós, algunos del Molino y uno que incluso dirigió el espectáculo nocturno de los martes en el Moulin Rouge, supongo que sabrá lo que se hace los martes en el Mulán... La mayoría de las chicas estudiaron interpretación, aunque también hay estripers que prefieren los individuales a los colectivos de las despedidas de soltero; no se imagina lo que es eso, la gente está realmente salida; aquí siguen haciendo mucho dinero, y la cuota del mercado va al alza.
-Perdone… pero entonces usted –dijo ella algo más asustada-, usted no las obliga…
-¿Obligar? Claro que no. Yo soy su representante. Me encargo de que lo tengan todo a punto: ropa, lencería, hoteles, motivación si les falta… normalmente cocaína. Ya sabe. Les encanta el sexo, ¿qué más se puede pedir?
-Bueno, pero, señor, yo simplemente, verá. Ya que es usted una persona económicamente solvente, independiente –tartamudea las siguientes palabras del guión-, ma, ma, madura y, y, e inteligente, seguro le interesará nuestra Tarjeta a Crédito trimestral con bonos asegurables en el siguiente año fiscal de City Bank, una entidad limpia y partidaria la banca cívica.
-¡Vaya!, pues sí, claro: podría interesarme. Y mucho. Pero…, señorita, la voy a tutear, ¿te gusta la cocaína?
-Ahhhhhhh. Hombre, gustar, gustar… Verá no debería… yo…
El sujeto sacó una muestrecita de una bolsa plastificada del bolsillo. Le acercó la mano y la chica, hipnótica, aproximó la nariz. Se le cayó la carpeta y los folios Citibank E. volaron a lo largo de la calle.
-Además, eres una chica preciosa.
-A mí me encanta chuparla. Los sesenta y nueve son geniales; ¿a usted le gustan las cubanas? Uf… a mí me vuelven loca, sobre todo cuando eyaculan hacia arriba y me mojan labios, barbilla y cuello. Ay: pero lo que más me gusta es que me lo coman.
-Este año hemos recibido dos premios: mejor anal y el cunnilingus más rápido.
-¡Más rápido! ¿Y es guapo?
-¿Guapo? Oh, vaya… ja ja ja. Guapo no, guapa.
-¿Qué? ¿Una mujer?
-Una mujer.
-¡Y cree usted que me la podría presentar!
-No lo sé. Es la que más horas hace y…
-Por favor…
-Mire, le doy su número de teléfono, no se preocupe: también le apunto aquí atrás el mío. Dígale que va de mi parte, seguro estará encantada de conocer a una chica tan guapa como usted.
El individuo le tendió una tarjetita y se despidió de la chica, atrapada por la fantasía, por el amor, por el sexo… Ésta llamó inmediatamente y quedó con la diva.
Practicaron sexo, mucho, ella tuvo unos veintidós orgasmos, seis de los cuales fueron consecutivos. La encuestadora, incluso, se enamoró de la feladora. Pero al final, tras las tres mejores horas de su vida, la cuenta ascendía a los 23.000.000 millones de euros. Y la chica llamó al proxeneta para que le hiciera un pequeño préstamo de crédito. El proxeneta dijo:
-¿Crédito? Querrá decir que la rescate.
-¿Rescatarme? No, por favor, déjeme aquí con ella, en su cama, sólo quiero que me preste el dinero. Por favor…
Ja ja! Realmente de eso se trata. Nosotros hemos vivido la ígnominia del canciller que dijo que con EEUU estamos en "relaciones carnales". Creo que hemos aprendido a no dejarnos "coger", para que después, encima, ellos tengan que salvarnos de nuestros "desbordes". Un abrazo.
ResponderEliminarUna gran entrada. Es tanta la verdad en tus palabras, que a veces sobrecoge.
ResponderEliminarUn abrazo.
Jajaja, qué grande la escena... El Estado, además de puto, pone la cama. El proxeneta sigue con su extorsión y el puto duerme en el suelo porque su cama está llena de viciosos. Si es que somos unos románticos, está claro...
ResponderEliminarBesos!
Jajaja, qué buena comparación entre la economía y el sexo, joder. Es que no te pueden rescatar sin moverte un poco, coño, qué menos.
ResponderEliminarUn abrazo.
Qué buena fábula...¿pero al final se casan o no?.
ResponderEliminar"Mientras tengas hijas en la cuna, no llames puta a ninguna".
Kisses.
Una my buena fábula, sin duda.
ResponderEliminarEstos rescates...
Besos