25 de abril de 2012

Alma, espíritu, ideas...



Baudelaire escribió: “lo que es creado por el espíritu es más vivo que la materia”. La materia, en cuatro días, se describe en una palabra: derrota. El Barça ha perdido la liga –el pasado sábado, contra el Madrid- y hoy –esta misma noche, o tal vez ayer, depende cuando leas el artículo- ha perdido la Champions, ante el Chelsea, en una eliminatoria de catastróficas desdichas. No parece moral, ni ético, en realidad no parece ni justo si se han visto los dos partidos; pero el Barça ha perdido  la oportunidad de pasar a la final de la copa europea, y eso duele. No lo parece si se leen las estadísticas, los chutes a puerta, los pases realizados, la posesión del balón, la ideología del equipo, la lucha general, el alma del fútbol como dijo Galeano.
El equipo azulgrana tuvo suficientes meritorios para alzarse de nuevo con la élite del deporte mundial. Guardiola ha dicho: no tocaba. Y si no tocaba, no tocaba. Suena poco empírico, casi místico: así como tocó en Stamford Bridge, así como tocó en la final de la copa del mundo, con el gol de Messi con el corazón, en el minuto 92, hoy no tocaba. Y ciertamente parece que hoy no tocaba. Pensado de un modo igualmente místico, parece que esta eliminatoria ha estado rodeada de mala suerte, de gafe, de agorero, porque los balones no entraban y, como dice Guardiola en un símil perfectamente sexual: hoy no la hemos metido. Y hoy, más que nunca, tocaba meterla. Meterla como nunca. Seguirla metiendo como siempre. Pero el Barça no lo ha hecho. No lo ha hecho.
El Barça practica un juego parecido al orgasmo, parecido a la literatura: preciso, bello, sorprendente, brillante, egregio, ínclito, en una palabra: perfecto.
El Barça debía ganar, pero ha perdido. El Chelsea ha ganado, pero su victoria ha sido pírrica (ha perdido unos cuantos jugadores para la final).
La parte positiva del partido ha sido el final, cuando Torres ha marcado el empate a dos que condenaba al mejor equipo del mundo al fracaso, cuando el Camp Nou ha celebrado su eterno amor al club: ser del Barça es el millor que hi ha. Esto sueno a resarcimiento, es decir, a regocijo en el dolor. Si perdemos, sabemos perder. Vamos a demostrar que sabemos perder. Pero en un mundo destinado a la derrota, el Barça, al menos en  Catalunya, era la última alegría, el único alivio, pero hoy ha muerto una parte solo nuestra.
Hay mucha expectación por qué dirá la caverna, es decir, el madridismo en general, Intereconomía, la oscura prensa madrileña primitiva profundamente dolida por el éxito merecido y justísimo de los últimos años de los culés: cómo ríen, qué contentos están, y eso que los suyos, el Madrid, todavía no ha finiquitado su pase a la final: mañana, el mañana, hasta la muerte, siempre llegará. Desgraciadamente, hoy se ha visto que el mañana nunca hace justicia. Quién sabe si mañana lo hará. Ojalá, u ojalá no. Pero mañana la justicia se hará, aunque sea necesario esperar un año, aunque sea necesaria otra competición, otra Champions, otra Liga…
La renovación de Guardiola es otro tema central. Guardiola ha jugado con el tiempo. No le ha salido bien. Guardiola renovará. Pero sabe que lo ha hecho a destiempo. O tal vez no: el tiempo lo dicta todo, acaso él sea el mejor compositor de las horas.
El equipo azulgrana ha fallado poco. Y hoy, por ejemplo, que ha fallado, la derrota tiene un sabor dulce. Porque Guardiola ha conseguido que los seguidores confíen ciegamente en el equipo. No hay mejores jugadores que estos. Y quien crea en el arte, no verá en otros equipos, por ejemplo, en el Madrid,  la misma intensidad.
El Barça es un Miguel Ángel, un Caravaggio, un Bosco, un Dalí. El Madrid es un cuadro hiperrealista mal hecho, cotizado a la baja.
José Saramago: la derrota tiene algo positivo: nunca es definitiva. En cambio, la victoria tiene algo negativo: jamás es definitiva. Y el Barça es, de un modo u otro, la misma cosa. Y Messi, su espíritu. Una sola idea gritada al unísono. Que hable Barcelona.

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