La máquina me pide un sustantivo y un adjetivo: escribo sonrisa y verde. Ella me contesta: “¿Qué es una sonrisa? Un Real Madrid verde por el duelo.” Decido darle otra oportunidad: contemporaneidad y hastioso: “la contemporaneidad es familiar, pero su empujón es hastioso”. Será posible… Mierda. Rosa. “¡La máquina es sensible; por favor, no la ofenda”. Bravo. Increíble máquina aforística, escúchame bien: epístola y lorquiano. Y la máquina hace poesía: “El lorquiano es la epístola/ y las plantas sus cosas”. Bueno, en realidad no hace verso, lo presenta –como todo- en una sólida y contundente frase, fría como la prosa, vengativa como la prosa…
Ginés Cutillas, ingeniero de profesión e, imagino, escritor de vocación, es el creador de esta máquina online que acabo de probar. Dice de ella que es un “artefacto patafísico que combina
palabras para fabricar aforismos bajo demanda y que utiliza como semilla un sustantivo y un adjetivo proporcionado por el usuario”. Por patafísica se entiende ciencia que da soluciones imaginarias; un movimiento surrealista proclamado por Alfred Jarry en su obra Gestas y opiniones del Doctor Faustrol, patafísico en el 1911.
palabras para fabricar aforismos bajo demanda y que utiliza como semilla un sustantivo y un adjetivo proporcionado por el usuario”. Por patafísica se entiende ciencia que da soluciones imaginarias; un movimiento surrealista proclamado por Alfred Jarry en su obra Gestas y opiniones del Doctor Faustrol, patafísico en el 1911.
El uso de paremias, es decir, de aforismos, proverbios, refranes, clichés, apotegmas y ectéteras, aporta riqueza al lenguaje por su enlace sedientamente directo con la cultura. Añadirlas en el diálogo, o en las conversaciones, aviva la comunicación, la enfervoriza, la exhorta al dinamismo, despierta sugerencias estrictamente lúdicas a sus partícipes participantes. Nietzsche, por ejemplo, las alababa hasta la máxima expresión literaria. Y Baudelaire, que gustaba de abastecerse de las célebres tanto como escribirlas. Además, las paremias poseen un componente altamente definitorio de la realidad: en casa del herrero, cuchillo de palo; no hay mal que por bien no venga; tanto va el cántaro a la fuente... También es cierto que el uso excesivo de ciertos cervantinos proverbiales ha desgastado al género de una manera harto indeseable, dejándolos, incluso, a la altura de una excusa barata y boba utilizados solo como último recurso: dos no se pelean si uno no quiere, el burro delante para que no se espante.
Comenta el autor de esta máquina aforística –increíble- que no debemos darle un rigor sustancial a una herramienta de conducta azarosa, un límite muy bien configurado para el tratamiento actual del surrealismo. ¿Pero qué es el surrealismo sino una absurdidad literaria?: un simple método de perder el tiempo en el reloj literario, tan rápido, tan indefinido…
Propongo a la máquina aforística dos nuevos conceptos para terminar el artículo. Le digo: fin, estúpida. Ella contesta: “La ficción es estúpida, pero su fin es pacífico”. Me permito replicarle: “No. El surrealismo es estúpido, pero su fin es pacífico, es decir, estéril, inútil, banal, es decir, completamente innecesario.” Le fin.
Me ha parecido una gota de genialidad tu entrada de hoy.
ResponderEliminarSobre todo tu réplica final
Besos