26 de noviembre de 2011

Viernes Negro, no es tuyo, es mío


El black  Friday es el día en que los Estados Unidos celebran la catarsis de las compras. Las tiendas y comercios ofertan sus mejores precios, registrando así el más alto consumo del ejercicio comercial. Esto ocurrió el pasado viernes. Y fue noticia una mujer de los ángeles que, en una de las tiendas centrales de electrónica, roció gas pimienta a los ojos de veinte personas para que no le robaran los productos que ella quería comprar. El hecho podría describirse como mecanismo de defensa de ansias aferradas. Según narra el periódico Los Angeles Times, el establecimiento fue un caos absoluto. Pantallas de televisores fueron pisoteadas, discurriendo solitariamente bajo los pies desenfrenados de una muchedumbre ansiosa por adquirir la mejor ganga. Guerra pura. Guerra fría. Tras leer la noticia tracé un directo paralelismo con lo ocurrido el pasado mes, cuando un hombre disfrazado de superhéroe roció con el mismo gas a un grupo de chavales que, según él, se hallaban inmersos en una pelea sin sentido. Todavía no sabemos si aquel sujeto fue un héroe o un retrasado, pero sí sabemos que no tiene nada que ver con la individua de hoy. La mujer angelina no tuvo prejuicios al rociar su gas: veinte heridos, entre ellos cuatro niños. ¿Un niño se iba a pelear con ella por un ratón de ordenador? Quién sabe, tal vez; pero probablemente no. Por tanto sabemos que la mujer actuó sin conciencia, llevada por el aliento endemoniado de la lujuria y la gula, ambos pecados capitales que, dichos así, desmerecen penalización. “¡Esto es mío, eh, solo mío; largo, vamos, largo de aquí”, y ya está, un movimiento de presión con el dedo índice y sus prójimos cercanos quedaron ciegos. “Mío, todo mío, ahora sí”. Gimoteando y enrojecida, se hizo con cuantas unidades se le antojaron., las pagó (¿las pagó?) y se marchó. Una de las agredidas compareció ante LA Times horas después: “me da igual lo que hizo, la verdad, todavía me quedaba tiempo para apoderarme de mi televisor y así lo hice”. La policía todavía busca a la agresora. Desconoce su paradero. Les aconsejo una luz desde el ayuntamiento, llamada de superhéroe, que refleje un televisor con una de las escenas de El sueño eterno o El halcón Maltés. Así, el superhéroe fraudulento y la mujer psicópata acudirán a la llamada del crimen. Con un olor rancio a pimienta gaseada. Dejemos aquí –de paso- una sugerencia a Ferrán Adrià.

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