6 de noviembre de 2011

Cuento de fútbol

Anoche se disputó el derbi Valencia Levante. Dos equipos que, por vendimias temporales, se han dirigido el tú a tú por primera vez desde los inicios de la competición liguera.
Para refrescar, esta temporada de liga se predijo un monopolio masivo para los dos grandes: Madrid y Barça. Sin embargo, la sorpresa saltó en las primeras jornadas ligueras cuando, casi sin quererlo, el recién ascendido Betis se hubo hecho con la primera plaza en solitario de la clasificación, obteniendo doce puntos de los doce posibles. Desde luego la racha cayó, y ahora llevan cinco partidos seguidos sin ganar. Pero, cuidado, todavía no se acabaron las sorpresas. Las jornadas siguieron adelante; y tanto Madrid como Barcelona, también. Sumaron cuantos puntos fueran necesarios, más allá de dos empates para el equipo azulgrana y un empate con derrota para los merengues. ¿Qué ocurrió entonces? El equipo más modesto de la tabla, el Levante, ganaba sus partidos con cierta discreción, sumando los igual de válidos tres puntos. El resultado fue plantarse a la cabeza de la tabla. Así es. El equipo con menor presupuesto había logrado superar, aunque fuera por una jornada, a los oligárquicos Madrid y Barcelona, siendo ellos y solo ellos los líderes de la Liga BBVA española.
La afición –de eso hace dos semanas- les recibió como auténticos campeones troyanos. Manteando al míster, deshaciendo en elogios a los jugadores, al central, al extremo, al equipo que jugó como antes de que el Barça y Guardiola impusieran su juego intelectual.
Por lo pronto el sueño levantino se ha terminado. La semana pasada cayeron ante un débil Osasuna en Pamplona por dos goles a cero. Y ayer, contra el Valencia, en casa, el resultado se repitió. No puedo enaltecer la crónica porque no vi el partido. Apenas cuatro jugadas que coincidieron con los goles y ya nada más. Sí voy a destacar –porque quiero y debo- un momento de la retransmisión que el comentarista Bernart Soler junto a su eterno analizador Pichi Alonso, sintió la literatura más profunda de este deporte futbolístico.
Se consumían los minutos postreros del partido cuando el resultado estaba ya claro. El Valencia vencía 0-2 y pasaría a ocupar la tercera posición del levante. Bernart Soler dijo entonces (en catalán): el equipo granota (rana: así se conoce a los azulgranas del levante) se convirtió en príncipe durante unas jornadas, el Levante que era la Cenicienta de la liga, y hoy, que ya casi son las doce, el Valencia le convierte de nuevo en calabaza (referencia a la naranja del equipo che).
Este comentario es extraordinario. Lo dijo sin preparación. Entre una gran dicción y una rapidez bien pronunciada, discurrió la fuente de recursos literarios. Porque así debe ser un comentarista. Un hombre o una mujer leídos, corridos y literarios. Es lo que le faltaba al deporte. Bravo para él. Exactamente lo que le falta a la política. ¿Veremos a Rubalcaba o a Rajoy, en campaña ya asentada, referenciar a Goethe o a Baudelaire?
Hace rliteratura de la política. Volver a Platón, a la justicia que tantos demandan.
Será difícil.

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