“Por fin quieta”, dijo el pintor en la habitación cerrada. “Llevas todo el día con el baile de San Vito.” La modelo estaba desnuda y contestó: “¿Qué quieres?, dijiste que beberíamos vino francés con champaña, y que comeríamos ostras con croissants y cerdo asado con magnolias. Son mis flores favoritas. Dijiste que el sol nos tostaría las linfas y que John Coltrane sonaría para nosotros con la vela única sobre la mesa; que el mediodía sería nuestra medianoche.” El pintor pintaba concienzudamente su sombra femenina, evadido, silencioso, como muerto. Al terminar, la modelo hubo desaparecido. Y la noche dio su primer paso.
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