Jim Morrison, Brian Jones, Jimmy Hendrix, Kurt Cobain, y ahora: Amy Winehouse. A la cantante británica la encontraron muerta, esta misma tarde, en su piso de Londres. Todavía se desconoce la causa, pero parece exageradamente obvia. La artista y mujer se extinguió, sin duda, la primera vez que le resultó imposible mantenerse en pie sobre su escenario. Conciliador entre público y crítica, Back to black fue su primer LP. Una voz amarga y profunda generó un nuevo golpe a la música moderna de nuestra decadencia. Y ahora, ni soul, ni alma, ni cuerpo. Ni nunca más.
Parece que los veintisiete es una cifra referencialmente mortuoria. Un estudio atestiguó -hace poco más de tres meses- que la edad media de las estrellas del rock son los 35 años. ¿Drogas, alcohol, exceso? Mucho exceso, tal vez, por el insuficiente talento que exponen alguno de ellos. Otros, en cambio, siguen sonando vivos en los viejos discos de lo Rolling Stones.
Lejos de realizar ahora una reflexión innecesaria sobre cómo hacer o deshacer un crítica musical, Amy Winehouse hizo música y se deshizo; fue música pasable, intermitente y poco considerable. Sí fue, en cambio, notabilísimo el juego que dio a la prensa rosa y amarilla para hablar de sus escándalos.
Queda un nombre en forma de leyenda y una renovación de la música soul.
Siempre previsible: murió quien todo el mundo creía que, prontamente, moriría. Ahora llegarán la euforia colectiva y las flores enormes sobre el suelo donde residiera quien ya cantó su último adiós.
Queda un nombre en forma de leyenda y una renovación de la música soul.
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