28 de julio de 2012

El rescate



Por lo general, cuando se secuestra a alguien solo se pretende cobrar un rescate. Y éste acostumbra a tener el olor del dinero, aunque hay veces en que el trueque deviene en actos o, en el peor de los casos, en ideas.

La banda terrorista ETA, por ejemplo, secuestró a Miguel Ángel Blanco en 1997 y pidió a cambio –esto tan actual- un acercamiento de los presos del grupo al País Vasco. Como las autoridades, es decir, los políticos de entonces, de su mismo color, del edil, no de la banda, no accedieron a la petición (chantaje, inmoralidad, etcétera) el concejal de Ermua terminó muriendo en un hospital con dos balas hendidas en el cráneo. Hay casos, sin embargo, como el de Frank Sinatra Jr, que fue secuestrado en 1963, que se resolvieron con una solvencia admirable: ¿cuánto debo pagar, preguntaría el célebre actor, su padre?; ¿doscientos cuarenta de los grandes? Pues los pagó y en 48 horas ya hubieron liberado a su hijo. Tan fácil. Incluso a veces, el dinero, que parece un mal menor para las víctimas y un bien único para los secuestradores, es un arma de doble filo, y allí donde aparentemente solo hay delectación criminal, fundición en efectivo, sexo puramente capitalista, se esconde un verdugo policial como el que sorprendió, pongamos de nuevo, al mítico Bruno Hauptmann, autor del llamado “Crimen del siglo”. Llamar crimen del siglo al secuestro del hijo del primer aviador que cruzó el Atlántico sin hacer escala, resulta harto estúpido, pero consideremos la escena: una escalera de madera se posa en la ventana del hijo del piloto Charles Lindbergh; Hauptmann entra a hurtadillas y se lleva al crío de 20 meses; al bajar, un escalón en mal estado no soporta el peso de los dos, y caen al suelo desde una altura de cuatro metros; Hauptmann se tuerce un tobillo, el bebé se desnuca. Aun así, el criminal escribe una carta –con unas faltas de ortografía horrorosas- y pide un rescate de cincuenta mil dólares –año 1932. La familia, asesorada por una joven Oficina Federal de Investigación, dirigida por un joven J. Edgar Hoover, realiza el pago de cincuenta mil dólares en certificados de oro, que estaban seriados. La policía solo debía esperar a que éstos salieran al mercado (la banca los habría retirado una década antes) y dar con el asesino. Lo hicieron. Muy sospechosamente, ¿quién puede confiar en que un hombre que paga con uno de los seriados en una gasolinera cualesquiera no es el tercero o cuarto o quinto de la cadena de mercado negro? El caso es que se decretó la silla eléctrica para el exconvicto alemán, carpintero, judío y de nombre Bruno Hauptmann y se pudrió en el infierno (justa o injustamente, pero se pudrió). Se pudrió, de hecho, en el mismo lugar donde años y años antes había gobernado una hermosa diosa: Proserpina, que también fue secuestrada por un Plutón que, sin quererlo, se vio hechizado por el poder de Cupido, enviado por su madre Venus, y, en un surgimiento en el volcán Etna (Sicilia, queridos, recordad) raptó con sus cuatro caballos negros a la más bella de las diosas que recogía flores y se bañaba en el lago Pergusa, para llevársela a sus lares, es decir, al Hades, al infierno, y allí desposarse con ella. Ceres, no obstante, la suegra, o sea, la madre de Proserpina y diosa de los cereales y de la Tierra, vagó por el mundo en busca de su pequeña. No hallándola en ningún lugar, se sumió en la locura y dicen que tierra que pisaba, tierra que moría, y la vegetación, y los lagos, y las flores se pudrieron como su espíritu. Júpiter, su marido y, por evidencia, padre de la presa, ordenó a Mercurio que viajara al infierno, le dijo que solo allí podría estar secuestrada su hijita, y que la trajera inmediatamente de vuelta. El dios del comercio descendió pues al Hades y, tras cruzar el Estigia, el Arqueronte, el Cocito, y el Lete, tras convencer a Caronte para que lo condujera en su barca, tras -cual Orfeo- embelesar a Cancerbero para que le dejara traspasar las puertas, se dirigió a Plutón y le ordenó autoritariamente que librara a la chica. Éste, raramente, accedió con la condición de que Proserpina, su mujer, ingiriera seis semillas de granada, fruto de fidelidad en matrimonio, en señal de los seis meses que, cada año, pasaría con él en el infierno. Por eso, en abril, cuando Proserpina regresó al mundo, la diosa de la Tierra florecía los campos, y frutaba los árboles, y esclarecía el cielo para pasear con su hija con la felicidad que solo produce un regreso, una vuelta más de tuerca; pero en octubre, cuando volvía al infierno con su querido marido, la tierra volvía  a marchitarse, y llegaba el otoño; y se iba la primavera.
Los raptos y los rescates están históricamente relacionados. Pero en nuestro tiempo cambiante… los tiempos que cambian. Los tiempos están cambiando: solo se necesita echar un vistazo al argot económico que adoptamos últimamente a nuestra cotidianeidad y, especialmente, a nuestros rescates: Grecia rescatada: Portugal, rescatada; Irlanda rescatada… ¿Qué es rescatar?  ¿España será rescatada? Las portadas que se han sucedido últimamente en las revistas de prensa internacionales no son especialmente halagüeñas. La revista francesa, por ejemplo, Courrier international publica hoy en portada un Toro de Osborne escuálido, anoréxico, famélico, desnutrido, con el jocoso titular “L’Espagne fauchée”,  que viene a significar la España segada. O el The Economist, que publica simultáneamente otro Toro con las patas delanteras rotas, testículos firmemente colgando, sí, pero medio arrastrado como roto de la lidia, y el simpático tropo Spain pain. O el Libération, por fijar un último ejemplo, periódico fundado por Sartre, que presenta una portada rojigualda con el sustantivo castellano ¡Perdidos!
Y aquí la mitología nos deja otra ironía política: Europa, mujer fenicia, fue (también) secuestrada por un Zeus transformado en toro. Eso sí: era un toro blanco. Si España no pinta nada ni en las ironías. Por eso tendrá el gobierno que tiene. Por eso tendrá la imagen que tiene. Por eso tendrá el uniforme olímpico que tiene.

8 comentarios:

  1. Brillante, Marc. Me reí por lo bien que trabas todo, pero lo jodido es que tienes razón, hasta en lo del uniforme.

    España pinta en fútbol. Y creo que los españoles se sienten muy orgullosos...

    Saludos.

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  2. Y lo que nos va a costar este rescate...

    Tienes mucha razón en tus palabras Marc, lo has sabido enlazar todo fenomenal.

    Al final acabaremos con la tierra marchita, impregnados de otoños y hojas caducas.

    Un abrazo.

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  3. La verdad es que se empieza a apreciar un tono de vacile general. Con o sin rescate seguimos naufragando y, aunque a ratos aparezcan guardacostas, los secuestradores, dueños de Aquapark, se dedican a fabricar olas. Me pregunto qué diría aquél, el de "la mano invisible".
    Otoño y gañán se escriben con 'ñ'.

    Un abrazo!

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  4. Cada vez más el dolor corre por toda Europa. Hay que ser ciego para no verlo.
    Tienes razón en toda esta magnifica entrada.
    Y coincidimos al recordar esa estampa de Europa raptada.
    Raptada por la codicia.
    Besos

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  5. Un rescate... Un rescate seria que nos sacaran a todos de aquí.

    A sus puntiagudos pies.

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  6. Un rescate... Un rescate seria que nos sacaran a todos de aquí.

    A sus puntiagudos pies.

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  7. Un rescate... Un rescate seria que nos sacaran a todos de aquí.

    A sus puntiagudos pies.

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