1 de agosto de 2012

De lo inesperado



Tomé ayer una cerveza en una terraza interior del centro de Badalona, una terraza interior pequeña, de aquellas que se abren sitio en medio de unos cuentos edificios típicos, de aquellas terrazas que, si no fuera por las mesas bajitas de las esquinas con sofás demodé y los cócteles que servían en la barra exterior (trece tipos de ginebras distintas) juzgarías como tradicionales y, por tanto, agradables en vías de extinción. A las nueve, de camino a casa, conversaba sobre la gastronomía con mi pareja. Parecía buen día para cenar bacalao con un salteado de ajo, pimientos, patatas y guindilla -cuya delicia es solo comparable a la de un poema bien escrito.
Sin embargo, a mitad de camino, con la boca pensando ya en los sabores eróticos del pescado, un tipo desconocido que se apoyaba en un coche en el mismo centro de una calle peatonal, esta es Canonge Baranera, nos miró, sonrió y exclamó: “¡al fin os veo a vosotros, a vosotros!” Yo, en primera instancia, pensé que el tipo me querría pegar; no sabía por qué, pero de momento, que sepa, no he sido galardonado con ningún premio destacable y, ¿qué es lo que más se estila en los días presentes?; las nueve de la noche –entrada- tampoco parece una hora especialmente propicia para el atraco, pero nunca se sabe. “¡Qué alegría, tíos, bueno tío y tía!, ¿sabéis donde os vi?” “En Estocolmo recogiendo un premio, seguro que no”, pensé. “En Santiago, tíos, ¡en Santiago!” “Oh, vaya –dije-: estuvimos allí hace poco, sí”. “Pues claro que estuvisteis. Me fui a comprar un coche, bueno una furgoneta, ¿sabéis?, coges el avión, estás allí un poco, te sobra tiempo, te tomas algo…” “Evidentemente, claro”. “Me estaba tomando una cerveza en la Praza do Obradoiro y dije “dios, no puede ser, son ellos, los chicos de Badalona”, no os saludé porque, claro no sé cómo os llamáis, pero, sabéis, es que yo trabajo aquí, al lado del Condis, y veo pasar a todo el mundo”. “Claro, vivimos aquí al lado, nos verás cada día…” “Sí, sí, claro, entonces os vi allí, ¡en Galicia!, en Obradoiro y pensé “hostia, ahora ya no les digo nada, pero en Badalona, cuando los vea, se lo diré; ¡y aquí estáis!”
Fue una escena estúpida. Aunque debo reconocer que, estúpidamente, no me molestó en absoluto. Al contrario, me hizo gracia. Pensé que ese era el paso a la celebridad literaria. (Luego entendí que lo más probable es que se acordara por mi pareja). El caso es que, entre una cerveza y el bacalao, entre la terraza interior y nuestra casa, un tipo se alegró de ver a dos desconocidos que había visto en un lugar más o menos lejano; en cuestión de dos, tres minutos, nos confesó –porque fue una confesión- que nos ve caminar cada día por la misma calle, que nos observa como a tantos otros y que, en cierto modo, nos conoce sin conocernos. Me pregunté si sería el tipo de persona que imagina la vida de los demás con la fantasía visual. ¿Qué impresión debe causar oír la voz de alguien a quien crees conocer?; ¿o ver cómo gesticula?; ¿o saber cómo te mira? Pero el tipo no parecía uno de esos que gusta de imaginar; como demostró: le gusta hacer, y no le importa declararse mirón de intimidad.
Hay otros mirones de intimidad, por el contrario, cuya intención es únicamente perversa. Por ejemplo el ente social de las redes. Ayer, sin ir más lejos, destituían del cargo a la viceministra de Juventud de Costa Rica por haberse hecho público en las redes un vídeo en que entre erótica y groseramente se declara caliente y abierta a su flagrante amante. En el vídeo, la expolítica, Karina Bolaños, posa en ropa interior, pechos sumamente apretados, braguita sobradamente pequeña, en una cama de hotel y guiña con frases empalagosamente sensuales a su amante, que no su marido, del tipo: “hago esto para que sepas cuánto te amo, si esta almohada fueras tú –y aquí se mete el objeto entre las piernas- no sabes lo que le llegaría a hacerle; oh, mi amor, deseo tanto que llegue el martes....” Censurarla de su trabajo por meterte en su vida es tan ruin como violar a un bebé. Aunque para ruin el programa de la televisión egipcia, Ramz, el zorro del desierto, que, dispuesta a gastar una broma –cámara oculta- a uno de los actores más célebres del país, Izzat Abu Auf, emula un atentado a un autobús de pasajeros –con el actor dentro, claro- con persecución, asalto, bazokas y tiros incluidos, para posteriormente secuestrarlo, sacarlo al desierto, echarlo al suelo y ejecutarlo para, en el último momento de la cuenta atrás, quitarle la venda y encontrarse a toda la parafernalia televisiva allí, risueños; hilarante…
Tras este artículo no tengo tan claro querer el Nobel de literatura. No tanto por la celebridad (ya se sabe que la gente adora a Justin Bieber, a Kristen Stewart, a Lady Gaga, y no a Thomas Mann, TS Elliot o Herman Hesse), sino por el temor a terminar convirtiéndome en un Vargas-Llosa de turno. Tal vez sea mejor ser un eterno candidato, como Dylan, o como Gore Vidal (3 octubre de 1935 – 31 de julio de 2012).

4 comentarios:

  1. Es verdad, ser un eterno candidato no es un mal lugar.
    Ahora lo de la Vice ministra (que por cierto estaba mejor que le bacalao ese) es vergonzoso. Por mucho más, el mundo aplaudió a Clinton. Claro, es un hombre simpaticón que se la haya "hecho comer" a una pasante (o no sé qué) era una picardía de adolescente.
    Bueno, eso. Y simpático el señor que tanto los conocía, no?
    Un abrazo.

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  2. Lo peor de todo seguramente son las miles de visitas que debe recibir el vídeo en youtube o el fijo récord de audiencia del reality show egipcio...
    En fins, que prefiero mil veces imaginar -siempre en plan inofensivo, eso si- sobre las vidas de los que me rodean y si encuentro alguna cara conocida en el quinto pino, pues alegrarme, porque no?! ;)

    Besos.

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  4. Bueno, tomo nota de la receta, pero la haré sin guindilla.
    Lo de los politicos y el sexo, es otra hipocresía más, que creo que ya queda un poco desfasada.
    Besos

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