Querido Gabriel:
¿Te imaginas cuán distinta sería esta carta de no haber hecho lo que hiciste? Pues claro que sí. Si tú mismo me lo dijiste, allí, en el desembarque del aeropuerto de El Prat, que no paraste de hablar hasta que te quedaste dormido ya en el centro de nuestra y tu ciudad. Pero vayamos por pasos: ¿cómo era aquello que decías? “Este año sí, eh, este año sí que nos traeremos la décima y la liga, ¿la liga?, Mourinho sabe cómo jugar con su equipo de dos años, ya se ha adaptado, y Ronaldo y Di María y Marcelo e incluso Casillas están a un nivel muchísimo superior al resto de los mortales”. Algo así. Creo. Y ya sabes que yo no es que te sedujera. Te dije simplemente que me parecía muy bien. Que estabas en un error, pero que me parecía muy bien. Entonces tú me preguntaste que por qué decía eso. Yo te dije que los colores se deben sentir. Y tú me preguntaste que cómo era eso. Fue algo así:
-¿Tú, por ejemplo, Gabriel, qué colores sientes?
-¿Y tú?
-Yo el azulgrana, claro.
-Pues yo no los siento.
-¿El azulgrana?
-No. Ningunos.
-Pues claro, hombre, cómo vas a sentirlos. Si eres del Real Madrid. El blanco apenas si es un color.
Pareciste algo taciturno. No quisiste hablar más de fútbol por el momento (con lo que te gusta). Cambiaste rápidamente de tema. Claro que seguiste el discurrir: hablasta de mil cosas: del colegio, de Galicia, de aviones, de Geronimo Stilton. ¡Después de tanto tiempo! Y lo pasamos bien, eh. Pero tú seguías dándole vueltas a algo.
Qué sorpresa nos diste la mañana siguiente cuando, paseando en medio de las calles que no dicen nada porque son vacaciones, pediste a tu santa madre una camiseta del Barça.
“¿Pero te encuentras bien, Gabriel?” Nos preguntamos todos sin decir nada. Y no solo te encontrabas estupendamente, sino que te encontraste más bien que nunca: tuviste una iluminación, una palabra sincera, una revolución de lógica y colores. A saber: tú ya habías sido del Barça hace unos años (no muchos, porque no daría la suma), pero lo fuiste. El colegio -o la perversidad que fuera- te hizo cambiar de parecer, y tomaste al Madrid como gloria e insignia de tu deporte favorito. Error. Ese equipo te dio de todo excepto gloria. De hecho, por no darte no te dio ni credibilidad, ni esperanza, ni confianza, ni deportividad.
Aquella tarde jugaba el Barça contra la Real Sociedad. ¿Te acuerdas? Te estrenabas como culé. Y no tardó en llegar la alegría. Cesc se adelantó en el minuto 2 del partido. Apenas un cuarto de hora después llegaría el 0-2. ¡Cómo coreabas los pases, cómo cantaste los goles, cómo los gritaste! Claro, después de tanto tiempo de no ver nada semejante… Pero, qué pena. En dos descuidos defensivos, la Real Sociedad marcó dos impuntuales goles que arrebataron los dos primeros puntos perdidos al equipo blaugrana.
-¡Jo!, siempre perdiendo y ahora que me cambio vuelvo a perder. Y encima el Madrid ha ganado al Getafe 4-2.
Pero considera una cosa, Gabriel: no te cambiaste para ganar. Sino por los colores y el hacer deportivo. ¿Cuándo habías visto tú que tu equipo jugara con tantísima elegancia? Los toques suaves de bota a bota, los extensivos desmarques, las genialidades de tantos, el coraje y la deportividad de todos. Para eso te habías cambiado tú. Y así ganarías. Yo no te dije que siendo del Barça ganarías la champions, la copa, la liga, el mundial de clubs. Pero tampoco te dije que Valdés fallaría en el Bernabéu solo empezar el partido, y que tras una rocambolesca jugada, segundo 25, Benzema marcaría el primer tanto para los merengues. No, señor. Yo no te dije eso. Tampoco te dije que Messi desbordaría a la defensa blanca y que Alexis, el 9, el futuro y presente 9 culé, batiría la portería del infame Iker Casillas. Ni que la pelota golpearía afortunadamente en Marcelo tras un chut potente de Xavi, el cerebro de los medios campos. Ni tampoco que Cesc se lanzaría con algo más que gravedad –con corazón y rigor- para cerrar el baño barcelonista de la capital: 1-3, ganamos. No te lo dije porque yo no lo podía saber.
Pero se intuía. Por eso me alegré de tu regreso.
Ayer me reía porque un aficionado merengue, que abandonaba el partido antes incluso de que este finalizara, le dijo a un periodista: “Cristiano Ronaldo es buenísimo, pero lo es contra el Villarreal y el Betis, contra el Barça la caga y, por mí, ya se puede ir a la mierda”. Y más ancho que largo. Eso no son colores. Incluso la prensa madridista titula hoy en los periódicos que el Barça les dio un baño, que ganaron los mejores. Y los jugadores, los de Mourinho, los mismos que defienden un juego sucio, farfullero, agresivo y sinsentido, volvieron a buscar excusas: que si el árbitro (decían), que si la suerte (dijeron ayer). Pero la evidencia habla por sí sola. Y aunque todos se pensaran que este año sí, que le era Guardiola caía (el famoso fin de ciclo), la deportividad siguió su curso. Y el Barça recuperó el liderazgo. Porque ganaron los mejores.
Enhorabuena (norabuena) y felicidades por tu estreno como culé. Ayer se tomó la Cibeles y, próximamente, se juega el mundial de clubs. Que siga la música.
Sinceramente, Marc.
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