23 de marzo de 2012

El pene y la flor cadáver

El Amorphophallus titanum es la flor más grande del mundo. Alcanza los tres metros y es originaria de Sumatra. Su inflorescencia en espádice, es decir, su colocación de las flores en forma de espiga, con eje carnoso, verticaliza la figura a modo de falo o pene, erecto, claro, amarillo y rosado y generalmente rasurado, cuyo tallo –el tallo del pene-, ancho y brotado del tubérculo superficial, puede medir hasta un metro de longitud. Cuando las flores empiezan a abrirse, el amarillo deja paso al rojo intenso y se descubre el largo glande –pedúnculo- de la flor. Crece a un ritmo de diez centímetros al día para culminar su amplitud en un diámetro de un metro y un peso de hasta cien kilogramos. A los tres días, muere. Pero no por ello recibe el sobrenombre de la flor cadáver, título que de buen seguro tomaría Burton para su nuevo rodaje, sino por su perfecta y principal característica: la hediondez, la fetidez, la terrible peste que
exhala al abrirse. Con su olor, entre carne putrefacta, pescado pútrido y carroña, la flor cadáver genera una atracción fatal a los saprótrofos o necróforos y a todos los insectos en general, incluso a las moscas de carne y a los Beatles, que se alimentan de cadáveres, con cuya actividad la polinizan y le aseguran la reproducción de su flor. Los expertos afirman que el olor es ciertamente insoportable, viéndose obligados a alejarse si el tiempo de cercanía supera los tres minutos. La floración, dicen, acontece entre tres y cuatro veces cada cuarenta años, y ahora, una de las especies controladas, se ha abierto en el jardín botánico de Kiel, Alemania. Solo florece de noche.
Lo desconozco, pero intuyo que es su relación con la muerte la que me conduce a The Little Shop of Horrors, 1960, de Roger Corman, película culmen del género serie be. En ella vimos por vez primera a Jack Nicholson, encarnando el personaje de Wilbur Force, un paciente masoquista que adora asistir a la consulta del Dr. Phoebus, un dentista sádico. El argumento se desarrolla alrededor de una extraña planta que, tras ser abandonada en la puerta de una floristería, crece tanto y con tanta belleza que se convierte en un centro de atracción para lo visitantes. Evidentemente, la planta se alimenta de carne humana y las consecuencias son imaginables.
La combinación de ambas plantas, la fálica-amórfica y la de la película, la peste con la sed de sangre, crea un hito en la poética de la fealdad muy parecida a la filosofía de la cadena televisiva Intereconomía, sin humor negro, especialmente a la de los tertulianos de El gato al agua y, más especialmente, a la de Más se perdió en Cuba: florecen por la noche, son nauseabundos y, cuando se les acaba la actualidad, son capaces de recurrir con tremenda facilidad a la antropofagia ideológica. La derecha que se come a la derecha… Ay, que al final los veremos comiéndose el falo recíprocamente. Tan de derechas, tan de derechas… si ya lo dicen: todos los caminos conducen a Sodoma.

1 comentario:

  1. Me has hecho reir con la flor de glande de tres metros...
    que barbaridad!
    Besos

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