28 de julio de 2012

El rescate



Por lo general, cuando se secuestra a alguien solo se pretende cobrar un rescate. Y éste acostumbra a tener el olor del dinero, aunque hay veces en que el trueque deviene en actos o, en el peor de los casos, en ideas.

24 de julio de 2012

En la cama con Rosalía de Castro




Por suerte, parte de mi familia –por parte de mi pareja- es galega. Hoyhace, precisamente, una semana y dos días que aterricé con un avión lleno de Vueling en Barcelona tras pasar unos días en Santiago y otros días en A Mariña; precisamente. No digo que no sea una estupidez decir precisamente, de preciso, de exacto, de matemático, para escribir inmediatamente después una semana y dos días. ¿Qué tiene de especial, de efeméride, una semana y dos días?, ¿qué tiene de extraordinario la exactitud de nueve días?: si fueran ocho y medio… Pero es que es muy difícil olvidar aquellos pletóricos, preciosos días de gris y azul, de lluvia, de fríos marineros y entonados. Es muy difícil olvidar la lengua galega, su voz, sus formas, el color; olvidar a Castelao, a Cunqueiro, a Pereiro, a la gente que baja –y bajamos- al campo del concierto a celebrar la sesión vermú –con vino blanco, o estrella- entre Lieiro y A Venta; olvidar los chismes, la estética del verde mezclado con el violento cantábrico, los secretos, sus caminos, sus carreteras... Muy difícil. Y más considerando el calor terriblemente insoportable que hace aquí, en Barcelona; y los incendios de allá, del Empordà; y la humareda que se vio ayer, en Barcelona, de los incendios del Empordà.

22 de julio de 2012

El desprecio


 (Microrrelato basado en Jean-Luc Godard)

Eugenia, que es una mujer culta, madre de dos hijas, divorciada y que ya tiene cincuenta y ocho años, había quedado para cenar con Fermín el pasado 1 de mayo. Para la ocasión se compró un vestido largo color carmesí con tendencia a frambuesa tostada, un par de pendientes de plata con caída estilo barroco, un juego de tacones negro charol que le costaron un ojo de la cara, un poco de maquillaje tonalidad media de tres euros el gramo y sombra de ojos negra ébano vivo, también un frasquito de Chanel 19 porque es de las que piensa que el cinco, cual glamuroso que es y cual puta que siempre dejó de ser, apesta empedernidamente. Fermín, sin embargo, canceló la cena quince minutos antes del encuentro. “Estoy indispuesto, Eugenia, lo siento”. Se enfadó, evidentemente. Y no quiso saber nunca nada más de él.

4 de julio de 2012

Arte, manuscritos y metales


Ayer, a eso de las 11, pasé el control de seguridad del aeropuerto de El Prat. Delante, un guiri alemán; habría pasado las vacaciones en la playa de la Barceloneta y su bigote canoso y su pelo canoso fraccionado maravillosamente con una calva casi diamantina conjugaban con una precisión daliniana con el rojo cangrejo del 90% de la piel de su cuerpo. El hombre pasó por el detector de metales y pitó. Claro, hierro candente… Retrocedió y lo cruzó una segunda vez y, como volvió a  pitar, los vigilantes de Prosegur se dispusieron a cachearlo.